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Los marfiles de la Lloma de Betxí
Josep Lluís Pascual Benito
Museu de Prehistòria-SIP
Entre los materiales confeccionados en materia dura animal de la Lloma de Betxí se han documentado un buen
número piezas de marfil de elefante, las cuales constituyen uno de los conjuntos más numerosos de la Edad
del Bronce peninsular de esta materia conocidos actualmente. Su procedencia de defensas de proboscídeos no
ofrece dudas al presentar en observación macroscópica
dos características que la definen. Por una parte una estructura a base de capas concéntricas de considerable
curvatura que corresponde a las líneas de crecimiento,
zona por donde suele fragmentarse ese material. Por
otra, en muchas superficies se observa una suave retícula
de líneas más oscuras, denominadas líneas de Schreger,
una característica solo presente en el marfil de elefante y
que, medidas en la zona periférica de la defensa, ayudan
a discriminar entre los elefantes holocenos o los fósiles
(Espinoza y Mann, 1993), si bien en las piezas analizadas
< Botones de marfil en el interior de un recipiente cerámico.
su pequeño tamaño no permite la medición de los ángulos de intersección.
El conjunto ebúrneo de la Lloma de Betxí está
compuesto por un total de 46 piezas, de las que dos son
preformas de materia prima y el resto productos acabados: botones y colgantes. De las dos piezas de materia
prima, una es un prisma de sección triangular con todas
las caras de superficie plana alisadas mediante abrasión
y es la pieza de mayores dimensiones y peso de todo el
conjunto. La otra es una barra longitudinal de sección
cuadrangular irregular con las superficies sin alisar y dos
caras curvas correspondientes a la superficie de crecimiento del diente. Ambas proceden de la parte exterior
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Fig. 1. Prismas de marfil para la fabricación de botones.
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de la defensa y fueron obtenidas por el aserrado longitudinal de la misma en relación a su eje mayor (Fig. 1).
Entre los productos acabados destacan los botones en V, denominados así por el tipo de perforación
que dibuja su sección al converger dos perforaciones
oblicuas. Aunque tradicionalmente se clasifican como
botones, es probable que no tuvieran esa función, toda
vez que los últimos descubrimientos en tumbas apuntan
a que se llevaban cosidos a la ropa en diferentes partes
del cuerpo. Los botones constituyen el grupo más nume-
roso con 41 ejemplares y se documentan de tres tipos:
piramidal, prismático corto y prismático largo. El único
botón piramidal es el de mayores dimensiones, tiene la
base cuadrada y, como peculiaridad, una entalladura en
la cúspide que posiblemente se relacione con el sistema
de sujeción. Los botones prismáticos triangulares cortos son trece, nueve de sección triangular con la arista
bien marcada, dos de sección plano-convexa y uno con
la arista superior exfoliada. Todos presentan la base rectangular. En doce casos las perforaciones se encuentran
centradas, mientras que en uno es excéntrica, presentando en la parte opuesta una lengüeta en la base de la cara
lateral producto del aserrado desde la cúspide y posterior
flexión, por lo que debe tratarse de un botón prismático
largo que se fracturó y reaprovechó (Fig. 2: 4). Otros dos
presentan una perforación transversal cerca de la cúspide, posiblemente fallidas, por lo que se volvieron a perforar en otra cara, y en otros dos una de las perforaciones
de la base sobrepasa a la parte exterior. Los botones más
numerosos son los prismáticos largos, con 24 ejemplares
seguros y tres probables ya que se encuentran fragmentados. En ellos existe una amplia variación en el tamaño.
Excepto cuatro con sección plano convexa, el resto la presentan triangular. En cinco ocasiones una o dos de las
perforaciones se efectuaron muy cercanas o en el borde
de la base, por lo que afectaron en parte a los laterales,
dejando una o dos muescas en ellos. En otros dos casos,
un par de perforaciones se sobrepasó, perforando la cara
dorsal. Uno presenta una lengüeta de flexión en una cara
lateral, cerca del vértice opuesto a las perforaciones, por
lo que el aserrado se realizó desde la base. Un caso peculiar presenta 4 pares de perforaciones, aunque al en-
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contrarse fragmentado longitudinalmente no podemos
saber si responden a una fractura de las dos primeras o si
todas se realizaron a la vez.
Los colgantes son escasos, uno es alargado de sección trapezoidal de vértices romos y los lados rectos convergentes, con la base más ancha que la zona perforada
que se encuentra fragmentada (Fig. 2: 9). El otro posible
colgante esta confeccionado a partir de un prisma de sección triangular, con perforación simple en un extremo de
3 mm de diámetro. El hecho de encontrarse fragmentado
y quemado impide saber si se trata de la reutilización de
un botón prismático largo fragmentado (Fig. 2: 16).
De todo el conjunto cabe destacar que casi la mitad se encontraron concentrados. El gran botón piramidal, 17 botones prismáticos –5 cortos y 12 largos– y los
dos colgantes (Fig. 2) estaban dentro de un recipiente
que, junto a otros, se hallaba en el interior de un gran vaso
cerámico localizado en sector sureste de la Habitación I,
una zona de almacenaje en la que se documentaron 75
vasos cerámicos, muchos de los cuales contenían abundante cereal carbonizado (Fig. 3).
Durante la Edad del Bronce en la península Ibérica
los objetos fabricados con marfil de elefante se han documentado básicamente en las tres culturas ubicadas en el
cuadrante suroriental: El Argar, Bronce Valenciano y Bronce
de la Mancha, a las que se añade Baleares.
En territorio valenciano, los precedentes del empleo de marfil se encuentran en contextos campaniformes, documentándose solo botones de perforación en V
Fig. 2. Botones de perforación en V y colgante de marfil.
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en cinco yacimientos ubicados al sur del Júcar (Pascual
Benito, 1995). Durante el Bronce Valenciano las piezas de
marfil son más numerosas y se distribuyen por todo el
territorio, correspondiendo en su mayor parte a botones
aunque aparecen tipos nuevos como los colgantes y los
brazaletes. En las comarcas centrales se conocen otras
concentraciones de material ebúrneo en contextos de
hábitat, también de productos elaborados (Les Raboses),
de matrices (Muntanyeta de Cabrera) o de materia prima,
matrices y productos acabados que delatan la presencia de un taller (Mola d’Agres, Cabeço Navarro, Cendres)
(Pascual Benito, 2012).
Hacia el sur, en tierras de El Argar, existen yacimientos donde el marfil es numeroso, destacando los del área
argárica del sur de Alicante y, hacia el oeste, en la Meseta
sudoriental está presente en diversos yacimientos del
Bronce de la Mancha (López Padilla, 2012; Barciela, 2012).
En los tres territorios se documentan botones, brazaletes
y colgantes, si bien existen notables diferencias en cuanto
a la distribución de determinado tipos. Así, mientras en el
Bronce Valenciano existe un claro dominio de los botones prismáticos largos sobre los prismáticos cortos, y el
resto de tipos son muy escasos (piramidales de buen tamaño y cónicos muy pequeños), en el territorio argárico
el tipo de botón mayoritario es el piramidal y, a bastante
distancia, el cónico, y en el Bronce de la Mancha dominan
los piramidales, pero hay buena presencia de prismáti-
cos –cortos y largos– y son muy escasos los cónicos. Así
mismo, existen diferencias en la distribución, número y
frecuencia de los brazaletes, muy escasos en el Bronce
Valenciano, donde además están ausentes algunas manufacturas de marfil presentes en otros territorios, como
cuentas de collar, pomos, cilindros dentados o decorados
y peines entre otros. Las diferencias se extienden también
a los contextos donde aparecen, toda vez que en el ámbito argárico y, en menor medida, en La Mancha, resulta
frecuente la aparición de objetos de marfil en contextos
funerarios, donde parecen asociarse a individuos masculinos de edad adulta o madura (López Padilla, 2006: 111).
Por último, resulta de notable interés la procedencia del marfil que, hasta hace poco, se consideraba exclusivamente africano. En los últimos años, el avance de las
técnicas analíticas ha permitido avanzar considerablemente en el conocimiento de las especies a que pertenece el
marfil y, por tanto, de las áreas de procedencia de la materia prima, abriendo un nuevo camino en la investigación
sobre las relaciones extrapeninsulares. El análisis de medio
centenar de objetos ha dado resultados sorprendentes
(Schuhmacher, 2012; 2013). Durante el Calcolítico el marfil
que se documenta en los principales centros metalúrgicos
peninsulares –Tajo, Guadalquivir, Guadiana y sureste– procede de tres especies de elefante, la mayoría de asiático
(Elephas maximus) y con presencia de fósil (Elephas antiquus) y de africano de sabana/estepa (Loxodonta africana
africana). El marfil asiático circularía por la ruta del mediterráneo central y oriental, a través de Siria o Palestina, y el
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Fig. 3. Olla cerámica de la Habitación I y botones de marfil
en su interior.
marítima que, desde algún puerto argárico, llegaría a las
desembocaduras del Júcar y del Turia, zona donde se detecta cierta concentración de yacimientos con marfil y, de
allí, hacia las Baleares.
En definitiva, la presencia en la Lloma de Betxí de
un abundante conjunto de piezas de marfil, un producto
foráneo de alto valor social e ideológico, nos indica unas
relaciones y redes de distribución consolidadas que permiten la acumulación y almacenamiento de un preciado
bien exótico utilizado por la élite dirigente con el fin de
ser un marcador de prestigio y lujo personal y, con su intercambio, conseguir favores, alianzas, vínculos u otros
bienes materiales de las comunidades vecinas.
Los marfiles de la Lloma de Betxí. Josep Lluís Pascual Benito
marfil subsahariano por Orán vía Argelia o por la ruta atlántica desde el noroeste de África. Durante el Campaniforme,
el marfil se sigue concentrando en las mismas zonas con
la incorporación del País Valenciano, y los análisis de este
momento indican la mitad de elefante asiático y la mitad
fósil. Durante la Edad del Bronce los análisis ponen de
manifiesto la presencia en yacimientos argáricos de marfil de tres tipos de elefante (africano de estepa, asiático y
fósil) y la incorporación del de hipopótamo, una variedad
de materia prima exponente del gran alcance de los contactos comerciales y de un posible cambio en las regiones
de exportación, pasando a ser más importante la ruta del
Mediterráneo de este a oeste, en la que vía Orán podría circular también el marfil de elefante africano de estepa, de
momento el único presente en Cabeço Navarro.
Una de las zonas de entrada de este comercio marítimo podría ubicarse al sur de Alicante, en el área septentrional de la Cultura de El Argar, cerca de la desembocadura del Segura, dada la concentración de yacimientos
con gran número de piezas de marfil y con matrices o evidencias de fabricación en las zonas de contacto del norte
del territorio argárico, sur del Bronce Valenciano y este de
La Mancha. Desde allí se distribuiría de forma radial, hacia el norte, oeste y sur al resto de territorios de esos tres
complejos culturales. A la Lloma de Betxí el marfil pudo
llegar por tierra o por mar. En el primer caso a través de
los corredores del Vinalopó y de Montesa que conducen
a la llanura aluvial valenciana; en el segundo, por la ruta
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Los marfiles de la Lloma de Betxí
Josep Lluís Pascual Benito
Museu de Prehistòria-SIP
Entre los materiales confeccionados en materia dura animal de la Lloma de Betxí se han documentado un buen
número piezas de marfil de elefante, las cuales constituyen uno de los conjuntos más numerosos de la Edad
del Bronce peninsular de esta materia conocidos actualmente. Su procedencia de defensas de proboscídeos no
ofrece dudas al presentar en observación macroscópica
dos características que la definen. Por una parte una estructura a base de capas concéntricas de considerable
curvatura que corresponde a las líneas de crecimiento,
zona por donde suele fragmentarse ese material. Por
otra, en muchas superficies se observa una suave retícula
de líneas más oscuras, denominadas líneas de Schreger,
una característica solo presente en el marfil de elefante y
que, medidas en la zona periférica de la defensa, ayudan
a discriminar entre los elefantes holocenos o los fósiles
(Espinoza y Mann, 1993), si bien en las piezas analizadas
< Botones de marfil en el interior de un recipiente cerámico.
su pequeño tamaño no permite la medición de los ángulos de intersección.
El conjunto ebúrneo de la Lloma de Betxí está
compuesto por un total de 46 piezas, de las que dos son
preformas de materia prima y el resto productos acabados: botones y colgantes. De las dos piezas de materia
prima, una es un prisma de sección triangular con todas
las caras de superficie plana alisadas mediante abrasión
y es la pieza de mayores dimensiones y peso de todo el
conjunto. La otra es una barra longitudinal de sección
cuadrangular irregular con las superficies sin alisar y dos
caras curvas correspondientes a la superficie de crecimiento del diente. Ambas proceden de la parte exterior
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Fig. 1. Prismas de marfil para la fabricación de botones.
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de la defensa y fueron obtenidas por el aserrado longitudinal de la misma en relación a su eje mayor (Fig. 1).
Entre los productos acabados destacan los botones en V, denominados así por el tipo de perforación
que dibuja su sección al converger dos perforaciones
oblicuas. Aunque tradicionalmente se clasifican como
botones, es probable que no tuvieran esa función, toda
vez que los últimos descubrimientos en tumbas apuntan
a que se llevaban cosidos a la ropa en diferentes partes
del cuerpo. Los botones constituyen el grupo más nume-
roso con 41 ejemplares y se documentan de tres tipos:
piramidal, prismático corto y prismático largo. El único
botón piramidal es el de mayores dimensiones, tiene la
base cuadrada y, como peculiaridad, una entalladura en
la cúspide que posiblemente se relacione con el sistema
de sujeción. Los botones prismáticos triangulares cortos son trece, nueve de sección triangular con la arista
bien marcada, dos de sección plano-convexa y uno con
la arista superior exfoliada. Todos presentan la base rectangular. En doce casos las perforaciones se encuentran
centradas, mientras que en uno es excéntrica, presentando en la parte opuesta una lengüeta en la base de la cara
lateral producto del aserrado desde la cúspide y posterior
flexión, por lo que debe tratarse de un botón prismático
largo que se fracturó y reaprovechó (Fig. 2: 4). Otros dos
presentan una perforación transversal cerca de la cúspide, posiblemente fallidas, por lo que se volvieron a perforar en otra cara, y en otros dos una de las perforaciones
de la base sobrepasa a la parte exterior. Los botones más
numerosos son los prismáticos largos, con 24 ejemplares
seguros y tres probables ya que se encuentran fragmentados. En ellos existe una amplia variación en el tamaño.
Excepto cuatro con sección plano convexa, el resto la presentan triangular. En cinco ocasiones una o dos de las
perforaciones se efectuaron muy cercanas o en el borde
de la base, por lo que afectaron en parte a los laterales,
dejando una o dos muescas en ellos. En otros dos casos,
un par de perforaciones se sobrepasó, perforando la cara
dorsal. Uno presenta una lengüeta de flexión en una cara
lateral, cerca del vértice opuesto a las perforaciones, por
lo que el aserrado se realizó desde la base. Un caso peculiar presenta 4 pares de perforaciones, aunque al en-
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contrarse fragmentado longitudinalmente no podemos
saber si responden a una fractura de las dos primeras o si
todas se realizaron a la vez.
Los colgantes son escasos, uno es alargado de sección trapezoidal de vértices romos y los lados rectos convergentes, con la base más ancha que la zona perforada
que se encuentra fragmentada (Fig. 2: 9). El otro posible
colgante esta confeccionado a partir de un prisma de sección triangular, con perforación simple en un extremo de
3 mm de diámetro. El hecho de encontrarse fragmentado
y quemado impide saber si se trata de la reutilización de
un botón prismático largo fragmentado (Fig. 2: 16).
De todo el conjunto cabe destacar que casi la mitad se encontraron concentrados. El gran botón piramidal, 17 botones prismáticos –5 cortos y 12 largos– y los
dos colgantes (Fig. 2) estaban dentro de un recipiente
que, junto a otros, se hallaba en el interior de un gran vaso
cerámico localizado en sector sureste de la Habitación I,
una zona de almacenaje en la que se documentaron 75
vasos cerámicos, muchos de los cuales contenían abundante cereal carbonizado (Fig. 3).
Durante la Edad del Bronce en la península Ibérica
los objetos fabricados con marfil de elefante se han documentado básicamente en las tres culturas ubicadas en el
cuadrante suroriental: El Argar, Bronce Valenciano y Bronce
de la Mancha, a las que se añade Baleares.
En territorio valenciano, los precedentes del empleo de marfil se encuentran en contextos campaniformes, documentándose solo botones de perforación en V
Fig. 2. Botones de perforación en V y colgante de marfil.
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en cinco yacimientos ubicados al sur del Júcar (Pascual
Benito, 1995). Durante el Bronce Valenciano las piezas de
marfil son más numerosas y se distribuyen por todo el
territorio, correspondiendo en su mayor parte a botones
aunque aparecen tipos nuevos como los colgantes y los
brazaletes. En las comarcas centrales se conocen otras
concentraciones de material ebúrneo en contextos de
hábitat, también de productos elaborados (Les Raboses),
de matrices (Muntanyeta de Cabrera) o de materia prima,
matrices y productos acabados que delatan la presencia de un taller (Mola d’Agres, Cabeço Navarro, Cendres)
(Pascual Benito, 2012).
Hacia el sur, en tierras de El Argar, existen yacimientos donde el marfil es numeroso, destacando los del área
argárica del sur de Alicante y, hacia el oeste, en la Meseta
sudoriental está presente en diversos yacimientos del
Bronce de la Mancha (López Padilla, 2012; Barciela, 2012).
En los tres territorios se documentan botones, brazaletes
y colgantes, si bien existen notables diferencias en cuanto
a la distribución de determinado tipos. Así, mientras en el
Bronce Valenciano existe un claro dominio de los botones prismáticos largos sobre los prismáticos cortos, y el
resto de tipos son muy escasos (piramidales de buen tamaño y cónicos muy pequeños), en el territorio argárico
el tipo de botón mayoritario es el piramidal y, a bastante
distancia, el cónico, y en el Bronce de la Mancha dominan
los piramidales, pero hay buena presencia de prismáti-
cos –cortos y largos– y son muy escasos los cónicos. Así
mismo, existen diferencias en la distribución, número y
frecuencia de los brazaletes, muy escasos en el Bronce
Valenciano, donde además están ausentes algunas manufacturas de marfil presentes en otros territorios, como
cuentas de collar, pomos, cilindros dentados o decorados
y peines entre otros. Las diferencias se extienden también
a los contextos donde aparecen, toda vez que en el ámbito argárico y, en menor medida, en La Mancha, resulta
frecuente la aparición de objetos de marfil en contextos
funerarios, donde parecen asociarse a individuos masculinos de edad adulta o madura (López Padilla, 2006: 111).
Por último, resulta de notable interés la procedencia del marfil que, hasta hace poco, se consideraba exclusivamente africano. En los últimos años, el avance de las
técnicas analíticas ha permitido avanzar considerablemente en el conocimiento de las especies a que pertenece el
marfil y, por tanto, de las áreas de procedencia de la materia prima, abriendo un nuevo camino en la investigación
sobre las relaciones extrapeninsulares. El análisis de medio
centenar de objetos ha dado resultados sorprendentes
(Schuhmacher, 2012; 2013). Durante el Calcolítico el marfil
que se documenta en los principales centros metalúrgicos
peninsulares –Tajo, Guadalquivir, Guadiana y sureste– procede de tres especies de elefante, la mayoría de asiático
(Elephas maximus) y con presencia de fósil (Elephas antiquus) y de africano de sabana/estepa (Loxodonta africana
africana). El marfil asiático circularía por la ruta del mediterráneo central y oriental, a través de Siria o Palestina, y el
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Fig. 3. Olla cerámica de la Habitación I y botones de marfil
en su interior.
marítima que, desde algún puerto argárico, llegaría a las
desembocaduras del Júcar y del Turia, zona donde se detecta cierta concentración de yacimientos con marfil y, de
allí, hacia las Baleares.
En definitiva, la presencia en la Lloma de Betxí de
un abundante conjunto de piezas de marfil, un producto
foráneo de alto valor social e ideológico, nos indica unas
relaciones y redes de distribución consolidadas que permiten la acumulación y almacenamiento de un preciado
bien exótico utilizado por la élite dirigente con el fin de
ser un marcador de prestigio y lujo personal y, con su intercambio, conseguir favores, alianzas, vínculos u otros
bienes materiales de las comunidades vecinas.
Los marfiles de la Lloma de Betxí. Josep Lluís Pascual Benito
marfil subsahariano por Orán vía Argelia o por la ruta atlántica desde el noroeste de África. Durante el Campaniforme,
el marfil se sigue concentrando en las mismas zonas con
la incorporación del País Valenciano, y los análisis de este
momento indican la mitad de elefante asiático y la mitad
fósil. Durante la Edad del Bronce los análisis ponen de
manifiesto la presencia en yacimientos argáricos de marfil de tres tipos de elefante (africano de estepa, asiático y
fósil) y la incorporación del de hipopótamo, una variedad
de materia prima exponente del gran alcance de los contactos comerciales y de un posible cambio en las regiones
de exportación, pasando a ser más importante la ruta del
Mediterráneo de este a oeste, en la que vía Orán podría circular también el marfil de elefante africano de estepa, de
momento el único presente en Cabeço Navarro.
Una de las zonas de entrada de este comercio marítimo podría ubicarse al sur de Alicante, en el área septentrional de la Cultura de El Argar, cerca de la desembocadura del Segura, dada la concentración de yacimientos
con gran número de piezas de marfil y con matrices o evidencias de fabricación en las zonas de contacto del norte
del territorio argárico, sur del Bronce Valenciano y este de
La Mancha. Desde allí se distribuiría de forma radial, hacia el norte, oeste y sur al resto de territorios de esos tres
complejos culturales. A la Lloma de Betxí el marfil pudo
llegar por tierra o por mar. En el primer caso a través de
los corredores del Vinalopó y de Montesa que conducen
a la llanura aluvial valenciana; en el segundo, por la ruta
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