Las figuras "seminaturalistas" y los signos geométricos de los abrigos del "Forau del Cocho", en Estadilla (Huesca): problemas en torno al arte "Esquemático"
Antonio Beltrán Martínez
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ARCHJVO DE PREB1SI'ORIA LEVANTINA
Vol. XX (Valencia, 1990)
ANTONIO BELTRÁN*
LAS FIGURAS ••SEMINATURALISTAS» Y LOS SIGNOS GEOMÉTRICOS
DE LOS ABRIGOS DEL «FORAU DEL COCHO••, EN ESTADILLA (HUESCA):
PROBLEMAS EN TORNO AL ARTE «ESQUEMÁTICO»
PLANTEAMIENTOS GENERALES
Uno de los numerosos problemas, sin explicación satisfactoria hasta el momento,
que la ordenación cronológico-cultural del arte parietal prehistórico plantea es el de la
solución de continuidad o, por el contrario, la secuencia continua de las etapas que se
supone ocupan un desarrollo que puede iniciarse antes del 40.000 y desde luego con fechas superiores al 20.000 en todos los continentes, y llegar hasta la servidumbre a las
normas del arte «clásico» en el Mediterráneo con su decidida influencia en las culturas
de la Edad del Hierro europea. La cuestión se complica aún más en relación con el llamado «arte esquemático» cuya denominación cubre las más diversas manifestaciones
gráficas con extensión universal y, desde luego, por toda la Península, en pinturas y
grabados.
En los esquemas generalmente admitidos, que en nuestra opinión están en evidente
crisis (1) se decide que exista un arte circunscrito a los cazadores y recolectores paleolíticos seguido de un supuesto hiatus tras el Magdaleniense VI y mal engarzado con los
signos azilienses y con las mismas dificultades, en la parte oriental de la Península, en
lo que se refiere al llamado «arte levantino». A su vez éste, a través de procesos de estilización mejor o peor definidos, se trasforma en el designado cómodamente como «arte
esquemático» aunque los recientes descubrimientos del arte llamado por Fortea linealgeométrico o el de la zona entre Mogente y Cocentaina que Mauro Hernández ha apellidado macro-esquemático vengan a introducir serias perturbaciones y especificaciones
• Departamento de Prehistoria y Arqueología, Universidad de Zaragoza. 50009 Zaragoza.
( 1) A. BEUI'RÁN: •Arte rupestre prehistórioo: Crisis de laa ideas tradícionales•. Arte rupestre en Espafta, Madrid, 1987, pág. 16.
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locales en la sencillez de tal cuadro teórico, más aún si se tiene en cuenta que el estilo
magdaleniense se perpetúa en piezas de arte mobiliar contenidas en estratos concretamente azilienses en el sur de Francia y epipaleolíticos en el litoral mediterráneo español. Si a esto añadimos que las ideas evolucionistas, en teoría desacreditadas después
de haber sido puestas de moda por la Escuela histórico-cultural pero en la práctica manejadas y aducidas por gran parte de los investigadores, ofrecían un sencillo cuadro derivado de la deficiente consideración u omisión deliberada de los datos que poseemos
abundantemente, se comprenderá que resulte útil la crítica de los esquemas generales,
cosa que no resulta convincente si son sustituidos por otros igualmente convencionales,
pero que puede llevarnos a alguna conclusión si acudimos a un proceso analítico de los
hechos concretos que, cada vez en mayor número, aportan los continuos descubrimientos (2).
A la teórica sucesión del arte prehistórico en la Península clasificado en tres etapas,
una paleolítica, otra «levantina» y una tercera «esquemática» debe oponerse la evidente
falta de unidad y la sobra de complejidades de cada una de ellas bautizadas con nombres convencionales que engloban las más diferentes expresiones gráficas del pensamiento y que se simplifican, por comodidad, partiendo de algunos de los ragos comunes.
Ya hemos aludido al arte de estilo magdaleniense pero de tiempo epipaleolítico o a los
que juzgamos pre-levantinos, lineal-geométrico y macro-esquemático. Pero a todos ellos
habría que añadir lo que Breuil y Bosch llamaron estilos «seminaturalistas» (o «semiesquemáticos») que viene a darnos un ejemplo más de la cómoda manera de eludir los
problemas con períodos motejados de «pre, protos, epis, semis o suhs» añadidos a las
manifestaciones culturales que no sabemos cómo situar cronológicamente o definir conceptualmente.
El geometrismo de trazos geométricos simples o de «signos» bautizados con los más
diferentes términos lo hallamos también sin diferencias sensibles en el arte paleolítico
aunque preferentemente nos refiramos en éste con preferencia a los bellos animales o a
los misteriosos «antropomorfos• y también en cualquier otra etapa por muy sujeta que
>
se halle a <
estilo, si apareciesen en una cueva <
su adecuación al conjunto, las figuras de pequeños animales con picado continuo (equivalente a la pintura en tinta plana) del fondo del Tajo en Fratel, podrían hallarse perfectamente pintados en un abrigo levantino sin llamar la atención, lo mismo que algunas de las pinturas del Tajo de las Figuras, de Santonje o Tello y de decenas de
yacimientos «esquemáticos» y la cabra y el ciervo del Forau del Cocho, en Estadilla
(Huesca) (3) se incluyen dentro de un estilo «esquemático» porque van acompañados de
puntos, líneas diversas, impresiones de dedos, etc. ¿Cómo clasificaríamos, entonces, el
(2) Los piaJlteamient.os generales en A. BELTRÁN: •Ensayo sobre el origen y significación del arte prehistórico•. Zaragoza, 1989. 200
págs.; y aquí la bibliogra6a detallada sobre las diversas cuestiones.
{3) A. BELTRÁN: .El arte rupestre aragonés: Aportaciones de las pinturas prehistóricas de Albalate del Arzobispo y Estedilla•. Zara·
goza, 1989.
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S
imponente conjunto geométrico y abstracto del diedro de la gran galería de Niaux, en la
encrucijada del Salon Noir? Paolo Graziosi percibió estas dificultades e intentó ordenar
las figuras de Porto Badisco separando sobre todo el esquematismo del formalismo,
pero de una forma teórica que tampoco resolvería las cuestiones.
Aún añade otros problemas a los numerosos esbozados la cuestión práctica de que
la mayor parte de las veces cotejamos los grabados y pinturas prehistóricos a través de
sus calcos y fotografias y no directamente, en su propio emplazamiento y entorno, pues
resulta evidente que una figura paleolítica o levantina en la mesa de un laboratorio a
través de una reproducción gráfica pierde todas las características que le otorgan el
ambiente, el clima y la cultura material y que establecen diferencias acusadas para for~
mas aparentemente iguales o semejantes.
No queda clara, por lo tanto, la asignación de las pinturas de Forau del Cocho, en
Estadilla, al llamado «arte esquemático» salvo dentro de los convencionalismos actua~
les, como veremos partiendo de algunas ideas previas acerca del «esquematismo•>
prehistórico y sus problemas cronológico-culturales.
ESQUEMATISMO: ALCANCE DEL TÉRMINO
Como queda dicho, entre los prehistoriadores se ha llegado, por lo general, a la con~
vencional denominación de «arte esquemático» para nombrar el correspondiente a la
Edad del Bronce, independientemente de que dentro de un correcto sentido de la pala~
bra haya esquemas, geometrismos y abstracciones ya en el Paleolítico y continúen
hasta la afirmación del arte clásico, sobre cerámicas hallstátticas, por ejemplo. Algunos
autores, como hizo Graziosi al estudiar las pinturas de Porto Badisco, niegan que exista
esquematismo cuando el tema expuesto gráficamente se interpreta con facilidad; para
él no sería esquemático, por ejemplo, un cuadrúpedo representado por una línea dorsal,
cuatro perpendiculares a ella para las patas, otra para el cuello y una más para la cola,
con añadidura de simplificados cuernos, orejas o astas que individualizan toros, équi~
dos o ciervos, porque indican claramente que se trata de tales animales y solamente se
alcanzaría el esquematismo en las abstracciones y en los símbolos (4). Pero este no es el
concepto que se maneja, más o menos erróneamente, por los prehistoriadores al hablar
de ((esquematismo» y la innovación de Graziosi no haría sino complicar más las cosas
puesto que, por lo menos, el valor convencional del término es conocido y comprendido
por todos.
C El primer planteamiento general, autorizado, sobre el arte ru_pestre esquemático de la penlnaula se debe a H. BREUlL: -Les peintu4)
rcs rupestres schómatiquca de la Péninaule lbórique, 1-lV•. Lagny, 1933-35. Sus ideu sobre el arte subnaturnli8to y aubesqu emático fueron dC88rrollndas per P. BOSCB GIMPERA: •La chronologie de l'art rupestre seminaluraliate et S<:hématique de la Péninsula lbérique•. La Préhiatoire: Problémea el tendentes, París, 1968. La obra básica, aunque rebasada ya por la propia autora, ea la
de P. ACOSI'A: •La pintura rupcat:re esquemática•. Salamanca, 1968, actualizada en .El arte rupcat.re eaquern,tico ibérico: Problemas de cronología preliminares•. Script.a pruehi&torica: F. Jordá oblata, Salamanca, 1984, pág. 34. Loa planteamicntoa de F. JOROÁ
en olntroducción a los problemaa del arte eaquenultico de la PCIÚOSula Ibérica•. En •Coloquio Internacional de Arto Esquemático en
la Penlnaula Ibérica•, Salamanca, 1982. E. RIPOLL ha rcawnido sus opiniones de antericres trab~os en •Cronologfa y periodización del arte e~~quemático en la Pen!naula Ibérica», en el citado •Ccloquio de Salamane.v (en cata reunión otros tra~ monográficos importanlca). Un íntanto de ac:tuali.tación de las cuestiones en J . BECARÉ$: .Hacia nuevaa técnica& de ~o en el eatudio de
la pintura rupestre e~quemlllica., en la cit. reunión de Salamanca Scbre el arte .-macroeaquemático•, M. HERNÁNDEZ el alii.:
•CcnsideraciO&Dea aobre un nuevo tipo de arte rupestre prelúat6rico.. Ara Praehistorica, I, Barcelona, 1982, pág. 179.
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El arte esquemático es de difusión general en todos los continentes y, en sentido estricto, es imposible encajarlo en una etapa determinada sea en cronología absoluta o en
complejos culturales. El español comprende grabados y pinturas, éstas en rojo y en negro y excepcionalmente en blanco, y en su época de apogeo se extendió por toda la Península, aunque sin la menor homogeneidad y con clara diferenciación de zonas o provincias y posiblemente de época como, por otra parte, ocurre con el arte paleolítico y el
«levantino>>. Se encuentran los geometrismos tanto en cuevas paleolíticas, como por
ejemplo El Castillo o La Pileta o en el mismo gran techo de Altamira, como independientes en el Epipaleolítico, en arte mobiliar aziliense o en las plaquetas grabadas de
La Cocina, frecuentemente asociado al arte «Levantino>>antecediéndole en el tiempo o
sincrónico con él y con personalidad propia entre el Neolítico final y la 1 Edad de Hierro.
Resulta muy difícil ajustar lo que en Prehistoria se entiende por «arte esquemático»
al sentido que a la palabra dan los cultivadores de la teoría de las formas, incluso si se
simplifica oponiéndolo a <> o realista del Paleolítico Superior se bautizan con el nombre de <> o con términos semej antes, signos, símbolos o conjuntos esquemáticos de trazos
cuya significación desconocemos. Incluso son poco claras las definiciones fundadas en
normas estilísticas viéndonos obligados a crear términos tan ambiguos como los de
«Semi-naturalismo» o «semi-esquemático» para calificar situaciones intermedias o híbridas que no convienen a ninguna de las generalmente aceptadas. Por otra parte, tenemos ahora posibilidades de comparación con materiales arqueológicos como grabados
en cerámica, signos en objetos culturales o de adorno, abundantes industrias datadas
que los acompañan, representaciones de armas como el puñal de Peña Tu, la figurita
humana del Salt (Penáguila) idéntica a los colgantes eneolíticos de los Blanquizares de
Lébor o los ojos pintados semejantes a los ídolos oculados incisos en cerámica de los Millares, en cilindros o en placas, que se localizan en todo el Mediterráneo desde Anatolia
o los signos de las «pintaderas» neolíticas en su dilatada extensión desde Tessalia al sur
de Italia y Canarias reproducidos en Porto Badisco o en los petroglifos canarios (5). Sin
contar con las cerámicas cardiales de la Cova de l'Or y de la Sarsa, en Valencia, que
han dado lugar a interesantes planteamientos de relaciones con el arte parietal (6).
Por otra parte no puede extrañar el distinto tratamiento de las figuras humanas y
de las animales, éstas con tendencia naturalista y aquellas simplificadas, estilizadas o
esquematizadas puesto que las hallamos incluso en el arte paleolítico y desde luego en
el arte <
bus ca la expresión plástica con el mínimo de elementos formales, incluso cuando se
trate de individualizar las representaciones o quizá mejor estamos ante la introducción
de nuevos estímulos intelectuales que permiten salir de la mera imitación de las formas.
(5) De especial import.ancia E. ANATI: •Arte rupestre nelle regioni occídontall della Penisola Iberica• • Archivi di Arte Prehistorica,
1968 y P. GRAZIOSI: .Lo pínturo proietoriche della grotta di Port.o Badieco•. Firenze, 1980.
(6) B. MARTÍ OLIVER y M. S. HERNÁNDEZ: •El neolrtie valencill. Art rupcRiro i cultura material•. B.l.P.. Valbncin, 1988.
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Indudablemente las ideas generalmente aducidas sobre el arte rupestre y su desarrollo a lo largo de los tiempos están influidas por las ideas evolucionistas acuñadas en
el siglo pasado a partir de Tylor y desarrolladas por la Escuela Histórico Cultural remozadas por el neohistoricismo que no vacila a la hora de establecer una secuencia ininterrumpida entre los orígenes y sus últimas consecuencias, desde la «abstracción a la organicidad» o el paso sin solución de continuidad de «lo abstracto lineal y esquemático a
un cierto realismo antropomorfo» como define Jordá y que, por lo que a España se refiere, simplifica todo el complejo proceso en una fase naturalista paleolítica, otra impresionista meso-neolítica llamada del «Levante» y, finalmente, una esquemática desde el
Neolítico a la Edad del Bronce, que cerraría el ciclo evolutivo continuo. Hay que advertir que frente a la incongruencia de la evolución continua del arte prehistórico y saliendo al paso de sus contradicciones se inventaron varios intermedios que la rompían
donde no se podían enlazar dos etapas sucesivas como ocurría, por ejemplo, entre Altamira y el inicio del «arte rupestre levantino» o del geometrismo aziliense, o se forzaban
los principios de la evolución como al intentar la difícil sutura entre las estilizaciones
«levantinas» y los símbolos de la Edad del Bronce.
Los «cuadros tipológicos» que seleccionan formas que permiten seguir es ta evolución, bellos y cómodos, resultan estar en desacuerdo con la realidad y depender mucho
de peligrosos subjetivismos. Los recientes descubrimientos de numerosas plaquetas
grabadas con animales de estilo magdaleniense en estratos mesolíticos podrían prolongar el arte parietal magdaleniense basta etapas posteriores y cubrir los supuestos vacíos. Por otra parte la localización de las llamadas etapas «linear-geométrica» y «macroesquemática» que cubren una fase cronológica prelevantina estilísticamente muy
distin ta al arte paleolítico y al levantino, obligan a dudar de la rigidez de las leyes de
difusión y convergencia en orden a la suposición de que existieron núcleos originales,
difusiones e imitaciones y a subrayar los peligros del método comparativo, teniendo en
cuenta al respecto los «elementar Gedanke» a que se refería Bastian a los que se da el
mismo valor que a las analogías de figuras o signos complicados. Un ejemplo clásico
pueden proporcionar frente a las simples líneas, círculos o cruciformes el «laberinto», la
espiral, los círculos concéntricos, los meandros, etc., de difusión universal sin que podamos asegurar la derivación directa, el sincronismo o la idéntica significación de todos
ellos (7).
En definitiva, cada arte está en función de las ideas de la sociedad a la que sirve a
través de los artistas que intentan frecuentemente liberarse de las imposicion es formales y de la presión social y que expresan en su obra propósitos que no siempre podemos
interpretar con seguridad. Es posible explicar los grabados de la Laxe Erguida de Ma(7) NueatrM opiniones 110brc el arte esquemático: ·Las pinturas rupestres prehiat.óric:aa de La Sarga <
Aicoyl. El Sal~
Calvar! 03ocairent.e)•. Valencia, 1974 (con la colaboración de V. Pasqual); •El proble!IUI de la cronologfa del arte rupestre esquerná·
tico espal!ol•. Caessrauguna, 39-40, Zaragoza, 1983, pág. 5; •El arte esquemJitico en la Penfnaula Ibérica: Or!genea e interrelación.
Bases para un debate-. Zep~, XXXVI, 1983, pág. 3; •Nuevos horizontes en la investigación del arte prehist.óric:o: Cuestiones generales y estado de la cuestión-. CaeS8T8uguat.a, 61.02, 1985, pág. 25: •Las pinLuru esquemátiCM de Lecina (F!uesca)•. Zaragoza,
1972; •La cueva de Uaaalles Eglisea y tres nuevos abrigos con Pinturas de la Edad del Bronce•. Zaragou, 1967; . Los grabados del
barranco de BaJos (Gran Canaria).. Zarago&a, 1971. Nuestra actualiución de loa conocimien~s sobre arte rupestre en general:
•Arte rupeal..-e en Espalla•. Madrid, 1987 y la comunicación en prensa en las act.as del XI Co11grés de l'Uruon lntcrnationale des
Scieneea Préhia~riques ct Pro~hiatoriques, Mainz, 1987: •Crise des idéell traditioneUea aur l"art rupestre de l'Age d e la Pierreo.
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goito, en las proximidades del Cabo de Roca, en Portugal, pero en cambio nada podemos
asegurar respecto de las dos «damas» que dominan el paso de Despeñaperros desde lo
más alto de los riscos de Los Organos. En el primer caso podemos interpretar la figura
de un orante rodeado de signos astrales y quizá por una referencia al mar con el mito
nombrado por Estrabón en relación con el sol sumergiéndose en las aguas y unas cavidades y canalículos en los que se vertería agua pueden aludir a ceremonias como las de
las llamadas «queseras» de Lanzarote y Gran Canaria u otras de la Península; pero las
mujeres de cuerpo bitriangular de Los Organos, con toscos brazos y piernas, llevan
adornos que deben ser metálicos en la cabeza y podrían estar muy cerca de las divinidades de origen mediterráneo oriental.
ARTE ESQUEMATICO Y ARTE LEVANTINO
En relación con el arte ••esquemático» español de las diversas comarcas es muy importante la vinculación que se le suponga respecto del levantino; para algunos, como E.
Ripoll sería un momento final de la pintura en abrigos que desde el Mesolítico o desde
el Neolítico se desarrolla en el Oriente de la Península hasta la Edad del Hierro; otros
pensamos que ambos artes resultan de una distinta mentalidad y de muy diferentes
motivaciones filosóficas, religiosas o sociales, independientemente de la identidad de algunos signos elementales, aunque es cierto que los metalúrgicos de cultura urbana autores del arte «esquemático» integran en sus santuarios los abrigos de los cazadores levantinos, a los que se añadirían las actividades cie agricultura inicial de palo cavador y
de doma y pastoreo de animales en una fase final, añadiendo figuras esquemáticas a
los paneles naturalistas levantinos, repintando algunas de las existentes o flanqueando
los abrigos levantinos con otros propios. Pero ésto no se produce según una evolución,
degenerativa o no, del arte naturalista o impresionista, sino que hay una fase «prelevantina» formada por conjuntos lineares geométricos, zig-zags o trazos curvados y otros
figurativos de grandes figuras fantásticas con representaciones humanas de más de un
metro de altura (••macroesquemáticos» de M. Hernández), con cuerpos o cabezas dobles
y un sólo par de brazos, pierniabiertos, todo muy alejado del arte paleolítico, del levantino y del esquemático. Podríamos sintetizar diciendo que el arte levantino es narrativo
y el esquemático conceptual, pero no suponer una clara evolución plástica de uno a
otro; así el jinete del barranco de Gasulla que está tocado con casco y rige el caballo con
riendas, no puede ser anterior al año 1200 y seguramente llega hasta el 700 BC y sin
embargo es de tendencia naturalista.
Habría que abandonar de una vez por todas la idea de que el arte esquemático del
Eneolítico surge en España como una evolución del levantino y aceptar que resulta de
la importancia de nuevas ideas y de un cambio rotundo de mentalidad, no solamente en
lo que se refiere a una tendencia esquematizante, en sentido artístico, sino también en
la introducción de nuevos símbolos que responden a ideas propias religiosas o funerarias, diosa de ojos como en Tell Brak o de los «ídolos» grabados o pintados eneolíticos y
de las placas de Garvao, hombres en phi, en doble Y, ancoriformes, halteriformes, abetos, bitriangulares, etc., y también a abstracciones que pueden ir desde de representa-284-
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ción de simples puntos o rayas hasta signos astrales (soles, estrellas), fenómenos naturales (líneas de lluvia, meandros de corriente de agua, concéntricos, espirales y laberintos en relación con la vida y la muerte y el principio y fin de las cosas, rayos solares,
etc.) con intervención de hombres y animales sin pezjuicio de las influencias que ejerce
el arte levantino estilizado.
ARTE ESQUEMÁ.TICO, MEDITERRÁNEO Y ATLÁNTICO
Hay una serie de ideas generales, de ritos religiosos, de costumbres funerarias que
se reflejan en el arte y que, aparte del fermento y fondo indígenas, reciben aportaciones
muy bien delimitadas atlánticas o mediterráneas. Podríamos así concluir, sobre todo
partiendo del abrigo de los Estrechos, en los cañones del río Martín en Albacete del Arzobispó (Teruel), en el Risco de la Zorrera de Candeleda (Avila) y en pinturas y grabados de dólmenes y estelas de Portugal y Galicia, que hacia el III milenio en las poblaciones metalúrgicas que expresaron sus ideas a través del arte esquemático y en sus
inmediatos precedentes «Semi-naturalistas o semi-esquemáticos» una idea de temploaltar con referencias icónicas, en las que el culto sol-luna, relacionado con el toro y dotado de altares, capillas o construcciones, asegurarían quizá una continuidad de ideas
religiosas anteriores representados por los abrigos pintados o introducidos desde el
Oriente próximo y con numerosos paralelos en el Mediterráneo y en España, desde las
fases centrales del arte levantino. Otro elemento que relaciona el arte esquemático con
el Mediterráneo oriental y concretamente con Micenas son los carros de dos o cuatro
ruedas, semejantes a los presentes en la Val Camónica, en el santuario exterior de Escoural y en el Tassili n'Ajjer.
Por otra parte hay una corriente atlántica que podría relacionar los conjuntos de
Escandinavia e Irlanda con los petroglifos gallegos y las islas Canarias y con el fabuloso
yacimiento de más de 40 Km. de longitud en las orillas del Tajo en Portugal, desde Fratel a Herrera de Alcántara, ya en España.
Porto Badisco y Cosma, en Otranto, con cierre de la primera cueva en el Eneolítico y
dataciones garantizadas para las figuras rojas hacia el V milenio podrían significar el
punto de unión de un arte estilizado que aparece también en las «pintaderas» neolíticas
y en cerámicas pintadas, con las figuras rojas de Levanzo y las pinturas de las cuevas
de La Higuera, en Cartagena y de las cuevas de Peñarrubia, en Cehegín. Aunque no
parezcan demasiado concluyentes, las comparaciones de las cerámicas cardiales con las
representaciones «macroesquemáticas», sí que permiten advertir la tendencia a la esquematización de orantes y cuadrúpedos que se han puesto de manifiesto en la decoración de aquellas.
Desde el punto de vista de orígenes y relaciones del arte esquemático español ya
queda dicho que las vinculaciones con el próximo Oriente y con el Atlántico parecen claras, dentro de un fenómeno cultural semejante en toda Europa y en el norte de Africa:
un foco esencial estaría en la zona de Siria-Anatolia, con derivaciones hacia el desierto
de Negev, yacimientos clave en Beldibi, cerca de Antalya (Turquía), Magura (Bulgaria)
y tal vez Olmetta du Cap al norte de Córcega, sin pezjuicios de que la potencia de las
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culturas metalúrgicas del Sur y Sudeste de España provocasen un movimiento de retorno hacia el Mediterráneo y la acción de los focos indígenas de indudable fuerza; los
núcleos neolíticos de la Val Camónica, Monte Bego y Europa central y su difusión
atlántica, las vinculaciones con la cultura megalítica y los centros norteafricanos desde
Nubia al Fezzan, el Hoggar y el Oranesado hasta el Atlas y Canarias, denotan una corriente general en la que España solamente introduciría el elemento de la presencia del
arte levantino en una fase intermedia entre el Paleolítico y la Edad de los Metales.
En síntesis puede afirmarse que el arte esquemático español es la consecuencia de
un cambio cultural producido por la llegada de prospectores de metal o metalúrgicos
procedentes del Oriente próximo hallando en la Península una situación económico-cultural neolítica, en una fecha no anterior al IV milenio y un arte constituido en una
parte de ellas, el <
arribada de este nuevo arte serían el Sur y el Sudeste de la Península, justamente en la
zona coincidente con el arte «levantino» del que no sería una continuación el «esquematismo», aunque la tendencia a la estilización produzca paralelos formales y admitiendo
que los recién llegados aprovechen e incorporen a su sistema muchos de los abrigos levantinos. Este nuevo arte se extendió por toda la Peníns ula dentro de un movimiento
común a todo el Mediterráneo y Europa central y el tercio septentrional de Africa, con
una corriente atlántica que toma especiales características en Galicia, valle del Tajo y
Canarias. La evolución del arte esquemátio, mantenido durante toda la Edad del
Bronce y el Hallstatt hispano y agotado cuando penetra el arte clásico a través de la
iberización, puede conservar núcleos retardatarios en el interior de la Península, ajenos
al arte levantino, y con evolución hacia la simplicidad de las culturas de campesinos y
pastores que recibieron tardíamente los cambios de la sociedad metalúrgica.
LAS PINTURAS DEL FORAU DEL COCHO
En la Ribagorza, provincia de Huesca, en el valle del Cinca y proximidades de Estadilla existe un grupo de abrigos pintados llamados en la localidad Forau del Cocho o del
perro, en la partida de Faixana de Matón, descubiertos por Mariano Badia y estudiados
por nosotros desde 1985. El conjunto consta de ocho covachos de desigual tamaño, poco
profundos y algunos sin pintura puesto que las aparentes rayas que se observan son
naturales de óxido de hierro (8).
La situación de la actual ermita de la Vrrgen de la Carrodilla permite suponer una
sacralización del lugar y una continuidad de este carácter como ocurre con tantas otras
que son indicio de cristianización de lugares y la perpetuación de ritos que han dado lugar a tradiciones populares locales tales como el que determinadas piedras, no fósiles,
que se hallan alrededor de la ermita que presentan líneas naturales de forma circular
sean llamadas «coronetas de la Vrrgen» o «coroneles».
Los covachos citados se abren en fila hacia el sur y la línea de sus bocas de Este a
Oeste. La longitud de la cinglera en la que se hallan los covachos es de unos 27 metros.
(8) A. BELTRÁN: ·Forau del Cocho (Est.adilla, Huesca)o. Arqueología Aragoneaa 1986, Zaragon, 1987, págs. 213·74.
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Interesa también señalar la presencia en las proximidades de la llamada «C
ueva del
Agua», covacha con una poza que podría haber saciado la sed de las gentes que se relacionaban con las cuevas pintadas.
Las figuras de estos abrigos son una cabra, dos ciervos, puntos e impresiones de dedos impregnados en pintura o dibujados, trazos verticales o curvos, con terminación superior como dedos e inferior cerrada y curvada, debiendo asignarse todas ellas a la
misma etapa cronológica. Desde un punto de vista relativo nos hallamos entre el arte
«levantino>> del río Vero (Huesca) o del Plano del Pulido, en Caspe (Zaragoza) y el arte
esquemático de Lecina u otros cañones del Vero y la Fenollosa, en los puertos de Beceite (Teruel).
El covacha I contiene una cabra en color rojo claro, de estilo «Seminaturalista», pero
no «levantina>>, con largos cuernos, en tinta plana, vuelta hacia la izquierda, es decir
hacia el punto principal del «Santuario» y sobre ella en una visera saliente una confusa
mancha en el mismo color; debajo del animal un círculo con una prolongación que le da
cierto aspecto de espiral y, más abajo, otro círculo relleno incompletamente de pintura.
Los círculos citados son de un solo color, de trazo grueso, pero desvaído en la superficie con lo que queda visible el pigmento rojo del fondo. Más arriba de la cabra y a la
derecha hay puntos minúsculos, como si fueran salpicaduras de pintura.
Como observación general, válida para todas las pinturas del Forau del Cocho, hay
que anotar que la capa inferior de pintura, cuando se presentan dos de ellas, está embebida en la roca y deja señal, mientras que la superior que reposa sobre una capa de
pintura anterior no pasa de la zona superficial a la roca. Es decir, que todas las manchas de color que están deterioradas en superficie muestran un color claro, circunstancia ésta importante para el análisis de los problemas de conservación y los cambios del
matiz de los pigmentos según sea aquella. El fenómeno en la intensidad de color presenta las mismas características que en otros abrigos: a) Color original. b) Densidad de
la capa de pintura y cambio de tonalidad a consecuencia de ella. e) Deterioro del color
por acción del agua o la erosión eólica o de cualquier clase. d) Repintado conservado. e)
Repintado deteriorado con restos de la pintura anterior. f) Problemas de conservación
de color original en los bordes cuando se ha debilitado el repintado.
También debe observarse que en ocasiones se nota claramente que los puntos u óvalos están realizados con las yemas de los dedos o con el extremo de éstos, pero en otros
casos se nota que han sido perfilados primero y luego rellenados de pintura. Esto no
obsta a que el significa do general de los animales cercados o acatados por dedos pueda
mantenerse en el caso de Estadilla.
Volviendo a las figuras del covacho I, la cabra está en relación con los signos geométricos aunque aquí resulta menos clara la idea de cerco o acompaña. iento inmediato
m
que en el ciervo que veremos en el covacho principal hacia donde mira la cabra . No hay
dedos ni puntos alrededor del caprino aunque éstos sean la constan te de casi todos los
paneles pintados.
No hay pinturas en el covacho II, en tanto que el ITI mucho más profundo que los
anteriores, ahumado, muestra posibles restos de pintura en algunos sitios y diversas
eflorescencias de óxido de hierro. En uno de los huecos nos pareció advertir, aunque no
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es seguro, la figura de un hombre en phi, apenas visible, pintado sobre una superficie
muy alterada, de color rojo oscuro sobre rojo claro, seguramente disimulado el color por
el humo que ha impregnado la parte profunda y alta del covachito. La figura está a 0'45
m. del suelo y sería muy importante puesto que constituiría el único signo verdaderamente «esquemático» de todo el conjunto.
No aparece ninguna traza de color en los covachos IV y V aunque estas cavidades
formaron parte también del «santuario» que tendría sus núcleos principales en el I y los
que siguen a partir del VI. Con frecuencia se descuida la consideración de los espacios
vacíos entre las zonas decoradas que, sin duda, desempeñaron un papel en la organización del espacio de las pinturas desarrolladas en una larga superficie y en los ritos que
las tomaron como objeto.
El covacho VI contiene el panel más importante, cuantitativa y cualitativamente
hablando, de todo el yacimiento. Las figuras de los dos ciervos, de aspecto naturalista
se enmarcan en rítmicas asociaciones de dedadas o puntos, uno de ellos muy bien conservado y el otro desaparecido salvo la cabeza y las astas. Se inicia por dos dedadas rojas de la longitud de una falangeta, concretamente 0'03 m., puestas verticalmente;
luego otra de 0'83 m. de las anteriores hacia el Este y ligeramente más arriba. En relación con el suelo el grupo I está a un metro y la dedada 2 a 0'90, medidos desde su parte
inferior. A 22 m. del covacho I y a 1'75 m. del suelo por su extremo inferior se sitúa el
gran panel de dedos, puntos en líneas verticales y un ciervo seminaturalista 6 más o
menos en el centro de la composición dispuesta armónicamente a su alrededor, como
sucedería con el ciervo 4, del que solamente se conservan las astas, y los signos que lo
rodeaban y que ya había desaparecido cuando las pinturas se descubrieron. En el término del friso por la parte superior hay una serie interminable de puntos minúsculos
casi como salpicaduras, en este caso sin la menor ordenación, al menos en apariencia,
ni tampoco con disposición vertical.
En la zona afectada por el humo de las hogueras encendidas por los pastores que tomaron los covachos como refugio la pintura toma un color rojo oscuro, casi negruzco,
pero originalmente el color básico fue el rojo claro, como se aprecia en las patas del
ciervo o en el grupo de puntos desvaídos y puede ocurrir y así parece comprobarse en
algunos puntos, que haya repintados en color rojo más intenso que no se sentó directamente sobre la roca, sino sobre la pintura anterior, de suerte que el pigmento añadido
se absorbe o embebe menos por la roca. Hay claras muestras en algunos lugares de degradación o pérdida del color superficial. En síntesis la gama de colores ordenados en
una cronología relativa sería rojo claro de base, el más antiguo (conjunto de puntos de
la zona superior derecha), repintados en color rojo más vivo e intenso que permite en
ocasiones advertir el rojo claro en los bordes, y modificación del color por la acción del
humo sobre la pintura.
Más hacia la izquierda hay series de disposición vertical de puntos ovales, es decir,
de impresiones de yemas de dedos, aisladas, con indicación de dos falanges y 0'04 m. de
longitud debiendo subrayarse que los ya citados a y b eran de una sola falange. Más a
la izquierda se encuentra la huella de una serie de tres dedos completos hasta el arranque de la mano que no llegó a pintarse. Los dedos están formados por trazos ovalados,
alargados y discontinuos. Finalmente dos trazos gruesos cierran el panel.
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· FORAU DEL COCHO•
11
Los puntos ocupan espacios a veces determinados naturalmente por los salientes
del muro rocoso. Son impresiones de las yemas de los dedos, de éstos con las falangetas
terminales, normalmente en número de dos, y sin arrastrarlos para formar las líneas.
Todos mantienen un cierto ritmo sea de líneas verticales paralelas o circulares con un
punto central. El ciervo que se conserva y el que hubo y ha desaparecido casi totalmente son inseparables de los puntos y señales de dedos, en algún caso claramente en
el centro.
Llamamos covacho Vil a una cavidad separada del VIII por una caída vertical de
agua que ha dejado la señal de una línea negruzca y exudaciones calizas. El panel está
formado por siete líneas verticales cerradas por abajo por otra transversal que une las
tres de la izquierda e iniciadas en la parte superior por un ligero engrosamiento. Hacia
la mitad un trazo transversal corta las tres primeras líneas teniendo yuxtapuesto un
punto redondo por la parte superior. Otros puntos pintados se aprecian debajo de las líneas verticales indicando una primera fase de puntos, unidos luego con las líneas, sin
que pueda diferenciarse el color, pero parece que los puntos son de color rojo claro y
más vivo en las líneas. Es curioso anotar la utilización de una técnica semejante a la
paleolítica del «tamponado», como se aprecia en Covalanas, con superposición de trazo
sobre los puntos o quizá simple unión de éstos, para convertirse en lo que Breuil llamaba «líneas babosas».
Se repite el mismo fenómeno de intensidades cromáticas y de deterioro ya reseñado.
La raya 5 contando de izquierda a derecha se curva en cayado en la parte inferior y entre la 4 y la 5 hay una curva también hacia arriba que no empalma con ningún trazo.
En la parte superior, justamente encima y a la izquierda, restos de puntos minúsculos
como en el covacho anterior.
A la derecha de los trazos verticales se sitúan puntos oblongos o circulares en desorden y agrupados en dos núcleos bien diferenciados. Más abajo ocho puntos formando
una estructura circular y más abajo otra semejante de seis puntos de forma casi igual.
A izquierda de este último grupo un conjunto de trazos arqueados, paralelos, en
forma vertical y en dos series de dos y cuatro trazos respectivamente. No se unen estos
trazos para formar la doble curva ya aludida, existiendo separación entre ellos.
Más a la izquierda una gran caída r.aliza que deja ver algunas trazas de pintura inidentificables. Entre ellas nuevamente trazos rectos sobre puntos rojos y señales de dedos completos, al menos de dos falanges, dispuestos verticalmente. Estos dos paneles
están separados entre sí por 0'36 m.
Aislada y a 0'70 m. al Este, en una oquedad, una estructura de quince puntos
adopta una forma circular ajustándose a la configuración del hueco dentro del que están pintados. Los puntos son de color oscuro, aunque el fondo donde están pintados no
aparece afectado por el humo que cubre la parte exterior siendo ésta, probablemente, la
razón del ennegrecimiento del color. También podría tratarse de un rojo carmín muy intenso, distinto del básico claro que hallamos en todo el abrigo. Este grupo está muy separado de los demás conjuntos, tanto por el Este como por el Oeste. En la zona baja de
estos covachos no hay ninguna pintura estando el panel de dedos a 1'40 m. del suelo, el
de puntos a 1'8 m. y los curvilíneos a 1'20 medidas todas ellas tomadas desde la parte
inferior de los conjuntos.
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A. BELTRÁN
La asignación numérica es la siguiente:
l. Puntos verticales formando como un cuadrado, de cuatro filas, en la parte superior, a la derecha. En esta dirección dos más largos con algunos más que se han perdido, pero de los que se nota aún la huella.
2. A izquierda, conjunto de siete líneas verticales, continuas. El color es más vivo
por la parte de arriba y se rematan las líneas en forma redondeada. En varios lugares
hay puntos debajo de la línea, como si en una primera fase se hubieran pintado los puntos y en una se~da §e hubieran superpuesto las líneas, englobándolos, salvo en un
sólo caso en el que un gran punto de color rojo claro, queda exento. Se repite la sucesión
cronológica de las dos intensidades de rojo. Una línea transversal hacia la mitad del
conjunto une 1-2-3-4, mirando de derecha a izquierda. Hay un punto rojo claro en el ángulo de la 2 vertical con la transversal. En la parte inferior de la línea transversal hay
sólo cinco verticales y el remate de las líneas se produce en forma curvada, de cayado.
3. Pequeños trazos curvos paralelos, 2-4.
4. Conjunto ilegible de líneas curvadas con trazo recto hacia la izquierda y otros
curvos con el color desvaído en alguna zona de este panel.
La significación de este conjunto geométrico no se nos alcanza aunque hipotéticamente, podría pensarse que se tratase de una estructura construida como las del Risco
de la Zorrera, en el Raso (Candeleda, Ávila) o de numerosas estelas portuguesas y del
oeste español (dólmenes de Peñalta, Viseo y de Pedra Coberta, Coruña, estelas de
Santo Martinho de Castelo Branco) que nos parece posible interpretar como capillas
construidas de madera, con imágenes femeninas. No hay ninguna figura ni nada que se
le parezca y tampoco parecen delimitarse hornacinas o puntos especialmente señalados. Pero las líneas no están dispuestas anárquicamente sino según planteamientos regulares. La única posible identificación de un objeto sería el de la narria o trineo, aunque tampoco es seguro y, desde luego, alejado del precioso ejemplo del Congosto de
Olvena (Huesca).
El covacho VIII 1'75 m. al Este del último grupo de puntos del siete, dispuesto a
1'90 m. del suelo, en la visera del abrigo, muy afectado por el humo, hay un conjunto de
dedadas de dos falanges y 6 cm. de promedio, verticales, compuesto por veintiún puntos
ovales dispuestos circularmente. Las dedadas que forman ocho o diez líneas paralelas
están flanqueadas por dos grupos de puntos, marcados seguramente con la yema de los
dedos, ocho a la izquierda y trece a la derecha, adoptando una forma oblonga casi circular.
A MODO DE CONCLUSIÓN
Las pinturas del Forau del Cocho subrayan el problema de identificación del arte
«esquemático» partiendo de líneas, puntos, impresiones de dedos y otras representaciones análogas acompañando a figuras que, aunque formalmente no se alejen del aspecto
de otras «levantinas», tienen otro aire por su movimiento, aunque su naturalismo obligaría a incluirlas en el discutible ••seminaturalismo» a que nos hemos referido. Durante
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·FORAU DEL COCHO•
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mucho tiempo las figuras se han incluido o no dentro del «arte levantino» por razones
meramente geográficas, suponiendo que las que se hallan fuera del área restringida de
dicho arte no corresponden a la misma «cultura» aunque sean del mismo «arte». Valga
como ejemplo el conjunto de la cueva de Doña Clotilde, en Albarracín o el de Selva Pascuala, en Villar del Humo o los abrigos de Alacón con escenas de agricultura mixta. En
nuestra publicación de 1968 (9) ya hacíamos mención del grupo de figuras de la zona de
Vélez Blanco y aludíamos a las del Tajo de las Figuras (Casas Viejas o Benalup de Sidonía); Mario Varela (10) aventuraba esta calificación para las figuras de picado continuo
del fondo del Tajo entre Fratel y Herrera de Alcántara y los descubrimientos en la zona
del río Vero, en la provincia de Huesca obligan a ser cautos al incluir o excluir conjuntos dentro del arte «levantino», tanto como a tratar de düerenciar los estilos que se suponen homogéneos dentro de la zona; es indudable que por razones de comarcalización,
pero también de cronología e incluso de autores y «escuelas» bajo la etiqueta de «arte levantino» se agrupan modos de expresión muy diversos.
El llamado arte «esquemático» se reúne en los abrigos «levantinos» con figuras de
muy diverso estilo que van desde el naturalismo al impresionismo y la estilización, por
una parte y al geometrismo y simbolismo por otro. Es evidente que el Forau del Cocho
no debe ser incluido dentro del arte «levantino», pero también que no tiene nada que
ver con el arte «esquemático». Su situación en la zona intermedia entre los cañones del
río Yero en el prepirineo oscense, con arte paleolítico, •lineal-geométrico», «levantino»,
«seminaturalista» y «esquemático» y los núcleos de arte «levantino» del Plano del tío
Pulido en Caspe y los vecinos de Alcañiz-Valdealgorfa, Santolea, Cretas y río Martín
que incluyen diversas formas de arte «esquemático» es muy interesante para los problemas de difusión geográfica y de comarcalización de los diversos artes, así como para la
fuerza de las zonas vacías dentro de las cuestiones de correspondencia de expresión
gráfica e industrias y dejan en el aire las secuencias rígidas y en evidencia cualquier
pragmático esquema evolutivo general.
(9) A. BELTRÁN: .Arte rupcat.re levantino•. Zaragoza, 1968 y .AdicioneS», 1978; •Da cacciat.ori ad allevatori. 1Jam rupe4tre del~
vante apagnuolo-. Milán, 1982; y una puesta al día en •Levantelruns~Felsbilder in Ost.en Spaniens-. Daa Alt.ertum, 2, Berlín,
1990.
(10) M. VARELA COMES:
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LÁM. I
A. BELTRÁN.-Forau d el Cocho
1) Forau del Cocho en Faixanas de Matón, desde el N.
2) Covacho l. Cabra y círculos.
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LÁM. n
A. BELTRÁN.- Forau del Cocho
3) Covacho l . Cabra (detalle).
4) Covach o VI. Conj unto.
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A. BELTRÁN.-Forau del Coch o
LÁM. m
5) Covacho VI. Detalle del ciervo.
6) Covacho VI. Detalle de puntos y dedadas a derecha del ciervo. Interpos ic iones.
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A. BELTRÁN.-Forau del Cocho
LÁM.IV
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LÁM.V
A. BELTRÁN.-Forau del Cocho
9) Covacho vn. Puntos en hueco, con ritmo circular.
10) Covacho vn. Superposición rayas/puntos.
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A. BELTRÁN.-Forau de l Cocho
11) Covacho VIn. Conjunto d e puntos y dedadas.
12) Covacho Vlli. D edadas con asp ecto d e mano.
LÁM. VI
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ARCHJVO DE PREB1SI'ORIA LEVANTINA
Vol. XX (Valencia, 1990)
ANTONIO BELTRÁN*
LAS FIGURAS ••SEMINATURALISTAS» Y LOS SIGNOS GEOMÉTRICOS
DE LOS ABRIGOS DEL «FORAU DEL COCHO••, EN ESTADILLA (HUESCA):
PROBLEMAS EN TORNO AL ARTE «ESQUEMÁTICO»
PLANTEAMIENTOS GENERALES
Uno de los numerosos problemas, sin explicación satisfactoria hasta el momento,
que la ordenación cronológico-cultural del arte parietal prehistórico plantea es el de la
solución de continuidad o, por el contrario, la secuencia continua de las etapas que se
supone ocupan un desarrollo que puede iniciarse antes del 40.000 y desde luego con fechas superiores al 20.000 en todos los continentes, y llegar hasta la servidumbre a las
normas del arte «clásico» en el Mediterráneo con su decidida influencia en las culturas
de la Edad del Hierro europea. La cuestión se complica aún más en relación con el llamado «arte esquemático» cuya denominación cubre las más diversas manifestaciones
gráficas con extensión universal y, desde luego, por toda la Península, en pinturas y
grabados.
En los esquemas generalmente admitidos, que en nuestra opinión están en evidente
crisis (1) se decide que exista un arte circunscrito a los cazadores y recolectores paleolíticos seguido de un supuesto hiatus tras el Magdaleniense VI y mal engarzado con los
signos azilienses y con las mismas dificultades, en la parte oriental de la Península, en
lo que se refiere al llamado «arte levantino». A su vez éste, a través de procesos de estilización mejor o peor definidos, se trasforma en el designado cómodamente como «arte
esquemático» aunque los recientes descubrimientos del arte llamado por Fortea linealgeométrico o el de la zona entre Mogente y Cocentaina que Mauro Hernández ha apellidado macro-esquemático vengan a introducir serias perturbaciones y especificaciones
• Departamento de Prehistoria y Arqueología, Universidad de Zaragoza. 50009 Zaragoza.
( 1) A. BEUI'RÁN: •Arte rupestre prehistórioo: Crisis de laa ideas tradícionales•. Arte rupestre en Espafta, Madrid, 1987, pág. 16.
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2
A. BELTRÁN
locales en la sencillez de tal cuadro teórico, más aún si se tiene en cuenta que el estilo
magdaleniense se perpetúa en piezas de arte mobiliar contenidas en estratos concretamente azilienses en el sur de Francia y epipaleolíticos en el litoral mediterráneo español. Si a esto añadimos que las ideas evolucionistas, en teoría desacreditadas después
de haber sido puestas de moda por la Escuela histórico-cultural pero en la práctica manejadas y aducidas por gran parte de los investigadores, ofrecían un sencillo cuadro derivado de la deficiente consideración u omisión deliberada de los datos que poseemos
abundantemente, se comprenderá que resulte útil la crítica de los esquemas generales,
cosa que no resulta convincente si son sustituidos por otros igualmente convencionales,
pero que puede llevarnos a alguna conclusión si acudimos a un proceso analítico de los
hechos concretos que, cada vez en mayor número, aportan los continuos descubrimientos (2).
A la teórica sucesión del arte prehistórico en la Península clasificado en tres etapas,
una paleolítica, otra «levantina» y una tercera «esquemática» debe oponerse la evidente
falta de unidad y la sobra de complejidades de cada una de ellas bautizadas con nombres convencionales que engloban las más diferentes expresiones gráficas del pensamiento y que se simplifican, por comodidad, partiendo de algunos de los ragos comunes.
Ya hemos aludido al arte de estilo magdaleniense pero de tiempo epipaleolítico o a los
que juzgamos pre-levantinos, lineal-geométrico y macro-esquemático. Pero a todos ellos
habría que añadir lo que Breuil y Bosch llamaron estilos «seminaturalistas» (o «semiesquemáticos») que viene a darnos un ejemplo más de la cómoda manera de eludir los
problemas con períodos motejados de «pre, protos, epis, semis o suhs» añadidos a las
manifestaciones culturales que no sabemos cómo situar cronológicamente o definir conceptualmente.
El geometrismo de trazos geométricos simples o de «signos» bautizados con los más
diferentes términos lo hallamos también sin diferencias sensibles en el arte paleolítico
aunque preferentemente nos refiramos en éste con preferencia a los bellos animales o a
los misteriosos «antropomorfos• y también en cualquier otra etapa por muy sujeta que
>
se halle a <
yacimientos «esquemáticos» y la cabra y el ciervo del Forau del Cocho, en Estadilla
(Huesca) (3) se incluyen dentro de un estilo «esquemático» porque van acompañados de
puntos, líneas diversas, impresiones de dedos, etc. ¿Cómo clasificaríamos, entonces, el
(2) Los piaJlteamient.os generales en A. BELTRÁN: •Ensayo sobre el origen y significación del arte prehistórico•. Zaragoza, 1989. 200
págs.; y aquí la bibliogra6a detallada sobre las diversas cuestiones.
{3) A. BELTRÁN: .El arte rupestre aragonés: Aportaciones de las pinturas prehistóricas de Albalate del Arzobispo y Estedilla•. Zara·
goza, 1989.
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~FORAU
DEL COCHO•
S
imponente conjunto geométrico y abstracto del diedro de la gran galería de Niaux, en la
encrucijada del Salon Noir? Paolo Graziosi percibió estas dificultades e intentó ordenar
las figuras de Porto Badisco separando sobre todo el esquematismo del formalismo,
pero de una forma teórica que tampoco resolvería las cuestiones.
Aún añade otros problemas a los numerosos esbozados la cuestión práctica de que
la mayor parte de las veces cotejamos los grabados y pinturas prehistóricos a través de
sus calcos y fotografias y no directamente, en su propio emplazamiento y entorno, pues
resulta evidente que una figura paleolítica o levantina en la mesa de un laboratorio a
través de una reproducción gráfica pierde todas las características que le otorgan el
ambiente, el clima y la cultura material y que establecen diferencias acusadas para for~
mas aparentemente iguales o semejantes.
No queda clara, por lo tanto, la asignación de las pinturas de Forau del Cocho, en
Estadilla, al llamado «arte esquemático» salvo dentro de los convencionalismos actua~
les, como veremos partiendo de algunas ideas previas acerca del «esquematismo•>
prehistórico y sus problemas cronológico-culturales.
ESQUEMATISMO: ALCANCE DEL TÉRMINO
Como queda dicho, entre los prehistoriadores se ha llegado, por lo general, a la con~
vencional denominación de «arte esquemático» para nombrar el correspondiente a la
Edad del Bronce, independientemente de que dentro de un correcto sentido de la pala~
bra haya esquemas, geometrismos y abstracciones ya en el Paleolítico y continúen
hasta la afirmación del arte clásico, sobre cerámicas hallstátticas, por ejemplo. Algunos
autores, como hizo Graziosi al estudiar las pinturas de Porto Badisco, niegan que exista
esquematismo cuando el tema expuesto gráficamente se interpreta con facilidad; para
él no sería esquemático, por ejemplo, un cuadrúpedo representado por una línea dorsal,
cuatro perpendiculares a ella para las patas, otra para el cuello y una más para la cola,
con añadidura de simplificados cuernos, orejas o astas que individualizan toros, équi~
dos o ciervos, porque indican claramente que se trata de tales animales y solamente se
alcanzaría el esquematismo en las abstracciones y en los símbolos (4). Pero este no es el
concepto que se maneja, más o menos erróneamente, por los prehistoriadores al hablar
de ((esquematismo» y la innovación de Graziosi no haría sino complicar más las cosas
puesto que, por lo menos, el valor convencional del término es conocido y comprendido
por todos.
C El primer planteamiento general, autorizado, sobre el arte ru_pestre esquemático de la penlnaula se debe a H. BREUlL: -Les peintu4)
rcs rupestres schómatiquca de la Péninaule lbórique, 1-lV•. Lagny, 1933-35. Sus ideu sobre el arte subnaturnli8to y aubesqu emático fueron dC88rrollndas per P. BOSCB GIMPERA: •La chronologie de l'art rupestre seminaluraliate et S<:hématique de la Péninsula lbérique•. La Préhiatoire: Problémea el tendentes, París, 1968. La obra básica, aunque rebasada ya por la propia autora, ea la
de P. ACOSI'A: •La pintura rupcat:re esquemática•. Salamanca, 1968, actualizada en .El arte rupcat.re eaquern,tico ibérico: Problemas de cronología preliminares•. Script.a pruehi&torica: F. Jordá oblata, Salamanca, 1984, pág. 34. Loa planteamicntoa de F. JOROÁ
en olntroducción a los problemaa del arte eaquenultico de la PCIÚOSula Ibérica•. En •Coloquio Internacional de Arto Esquemático en
la Penlnaula Ibérica•, Salamanca, 1982. E. RIPOLL ha rcawnido sus opiniones de antericres trab~os en •Cronologfa y periodización del arte e~~quemático en la Pen!naula Ibérica», en el citado •Ccloquio de Salamane.v (en cata reunión otros tra~ monográficos importanlca). Un íntanto de ac:tuali.tación de las cuestiones en J . BECARÉ$: .Hacia nuevaa técnica& de ~o en el eatudio de
la pintura rupestre e~quemlllica., en la cit. reunión de Salamanca Scbre el arte .-macroeaquemático•, M. HERNÁNDEZ el alii.:
•CcnsideraciO&Dea aobre un nuevo tipo de arte rupestre prelúat6rico.. Ara Praehistorica, I, Barcelona, 1982, pág. 179.
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4
A. BELTRÁN
El arte esquemático es de difusión general en todos los continentes y, en sentido estricto, es imposible encajarlo en una etapa determinada sea en cronología absoluta o en
complejos culturales. El español comprende grabados y pinturas, éstas en rojo y en negro y excepcionalmente en blanco, y en su época de apogeo se extendió por toda la Península, aunque sin la menor homogeneidad y con clara diferenciación de zonas o provincias y posiblemente de época como, por otra parte, ocurre con el arte paleolítico y el
«levantino>>. Se encuentran los geometrismos tanto en cuevas paleolíticas, como por
ejemplo El Castillo o La Pileta o en el mismo gran techo de Altamira, como independientes en el Epipaleolítico, en arte mobiliar aziliense o en las plaquetas grabadas de
La Cocina, frecuentemente asociado al arte «Levantino>>antecediéndole en el tiempo o
sincrónico con él y con personalidad propia entre el Neolítico final y la 1 Edad de Hierro.
Resulta muy difícil ajustar lo que en Prehistoria se entiende por «arte esquemático»
al sentido que a la palabra dan los cultivadores de la teoría de las formas, incluso si se
simplifica oponiéndolo a <
cuya significación desconocemos. Incluso son poco claras las definiciones fundadas en
normas estilísticas viéndonos obligados a crear términos tan ambiguos como los de
«Semi-naturalismo» o «semi-esquemático» para calificar situaciones intermedias o híbridas que no convienen a ninguna de las generalmente aceptadas. Por otra parte, tenemos ahora posibilidades de comparación con materiales arqueológicos como grabados
en cerámica, signos en objetos culturales o de adorno, abundantes industrias datadas
que los acompañan, representaciones de armas como el puñal de Peña Tu, la figurita
humana del Salt (Penáguila) idéntica a los colgantes eneolíticos de los Blanquizares de
Lébor o los ojos pintados semejantes a los ídolos oculados incisos en cerámica de los Millares, en cilindros o en placas, que se localizan en todo el Mediterráneo desde Anatolia
o los signos de las «pintaderas» neolíticas en su dilatada extensión desde Tessalia al sur
de Italia y Canarias reproducidos en Porto Badisco o en los petroglifos canarios (5). Sin
contar con las cerámicas cardiales de la Cova de l'Or y de la Sarsa, en Valencia, que
han dado lugar a interesantes planteamientos de relaciones con el arte parietal (6).
Por otra parte no puede extrañar el distinto tratamiento de las figuras humanas y
de las animales, éstas con tendencia naturalista y aquellas simplificadas, estilizadas o
esquematizadas puesto que las hallamos incluso en el arte paleolítico y desde luego en
el arte <
trate de individualizar las representaciones o quizá mejor estamos ante la introducción
de nuevos estímulos intelectuales que permiten salir de la mera imitación de las formas.
(5) De especial import.ancia E. ANATI: •Arte rupestre nelle regioni occídontall della Penisola Iberica• • Archivi di Arte Prehistorica,
1968 y P. GRAZIOSI: .Lo pínturo proietoriche della grotta di Port.o Badieco•. Firenze, 1980.
(6) B. MARTÍ OLIVER y M. S. HERNÁNDEZ: •El neolrtie valencill. Art rupcRiro i cultura material•. B.l.P.. Valbncin, 1988.
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·FORAU DEL COCHO·
5
Indudablemente las ideas generalmente aducidas sobre el arte rupestre y su desarrollo a lo largo de los tiempos están influidas por las ideas evolucionistas acuñadas en
el siglo pasado a partir de Tylor y desarrolladas por la Escuela Histórico Cultural remozadas por el neohistoricismo que no vacila a la hora de establecer una secuencia ininterrumpida entre los orígenes y sus últimas consecuencias, desde la «abstracción a la organicidad» o el paso sin solución de continuidad de «lo abstracto lineal y esquemático a
un cierto realismo antropomorfo» como define Jordá y que, por lo que a España se refiere, simplifica todo el complejo proceso en una fase naturalista paleolítica, otra impresionista meso-neolítica llamada del «Levante» y, finalmente, una esquemática desde el
Neolítico a la Edad del Bronce, que cerraría el ciclo evolutivo continuo. Hay que advertir que frente a la incongruencia de la evolución continua del arte prehistórico y saliendo al paso de sus contradicciones se inventaron varios intermedios que la rompían
donde no se podían enlazar dos etapas sucesivas como ocurría, por ejemplo, entre Altamira y el inicio del «arte rupestre levantino» o del geometrismo aziliense, o se forzaban
los principios de la evolución como al intentar la difícil sutura entre las estilizaciones
«levantinas» y los símbolos de la Edad del Bronce.
Los «cuadros tipológicos» que seleccionan formas que permiten seguir es ta evolución, bellos y cómodos, resultan estar en desacuerdo con la realidad y depender mucho
de peligrosos subjetivismos. Los recientes descubrimientos de numerosas plaquetas
grabadas con animales de estilo magdaleniense en estratos mesolíticos podrían prolongar el arte parietal magdaleniense basta etapas posteriores y cubrir los supuestos vacíos. Por otra parte la localización de las llamadas etapas «linear-geométrica» y «macroesquemática» que cubren una fase cronológica prelevantina estilísticamente muy
distin ta al arte paleolítico y al levantino, obligan a dudar de la rigidez de las leyes de
difusión y convergencia en orden a la suposición de que existieron núcleos originales,
difusiones e imitaciones y a subrayar los peligros del método comparativo, teniendo en
cuenta al respecto los «elementar Gedanke» a que se refería Bastian a los que se da el
mismo valor que a las analogías de figuras o signos complicados. Un ejemplo clásico
pueden proporcionar frente a las simples líneas, círculos o cruciformes el «laberinto», la
espiral, los círculos concéntricos, los meandros, etc., de difusión universal sin que podamos asegurar la derivación directa, el sincronismo o la idéntica significación de todos
ellos (7).
En definitiva, cada arte está en función de las ideas de la sociedad a la que sirve a
través de los artistas que intentan frecuentemente liberarse de las imposicion es formales y de la presión social y que expresan en su obra propósitos que no siempre podemos
interpretar con seguridad. Es posible explicar los grabados de la Laxe Erguida de Ma(7) NueatrM opiniones 110brc el arte esquemático: ·Las pinturas rupestres prehiat.óric:aa de La Sarga <
Aicoyl. El Sal~
tico espal!ol•. Caessrauguna, 39-40, Zaragoza, 1983, pág. 5; •El arte esquemJitico en la Penfnaula Ibérica: Or!genea e interrelación.
Bases para un debate-. Zep~, XXXVI, 1983, pág. 3; •Nuevos horizontes en la investigación del arte prehist.óric:o: Cuestiones generales y estado de la cuestión-. CaeS8T8uguat.a, 61.02, 1985, pág. 25: •Las pinLuru esquemátiCM de Lecina (F!uesca)•. Zaragoza,
1972; •La cueva de Uaaalles Eglisea y tres nuevos abrigos con Pinturas de la Edad del Bronce•. Zaragou, 1967; . Los grabados del
barranco de BaJos (Gran Canaria).. Zarago&a, 1971. Nuestra actualiución de loa conocimien~s sobre arte rupestre en general:
•Arte rupeal..-e en Espalla•. Madrid, 1987 y la comunicación en prensa en las act.as del XI Co11grés de l'Uruon lntcrnationale des
Scieneea Préhia~riques ct Pro~hiatoriques, Mainz, 1987: •Crise des idéell traditioneUea aur l"art rupestre de l'Age d e la Pierreo.
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A. BELTRÁN
goito, en las proximidades del Cabo de Roca, en Portugal, pero en cambio nada podemos
asegurar respecto de las dos «damas» que dominan el paso de Despeñaperros desde lo
más alto de los riscos de Los Organos. En el primer caso podemos interpretar la figura
de un orante rodeado de signos astrales y quizá por una referencia al mar con el mito
nombrado por Estrabón en relación con el sol sumergiéndose en las aguas y unas cavidades y canalículos en los que se vertería agua pueden aludir a ceremonias como las de
las llamadas «queseras» de Lanzarote y Gran Canaria u otras de la Península; pero las
mujeres de cuerpo bitriangular de Los Organos, con toscos brazos y piernas, llevan
adornos que deben ser metálicos en la cabeza y podrían estar muy cerca de las divinidades de origen mediterráneo oriental.
ARTE ESQUEMATICO Y ARTE LEVANTINO
En relación con el arte ••esquemático» español de las diversas comarcas es muy importante la vinculación que se le suponga respecto del levantino; para algunos, como E.
Ripoll sería un momento final de la pintura en abrigos que desde el Mesolítico o desde
el Neolítico se desarrolla en el Oriente de la Península hasta la Edad del Hierro; otros
pensamos que ambos artes resultan de una distinta mentalidad y de muy diferentes
motivaciones filosóficas, religiosas o sociales, independientemente de la identidad de algunos signos elementales, aunque es cierto que los metalúrgicos de cultura urbana autores del arte «esquemático» integran en sus santuarios los abrigos de los cazadores levantinos, a los que se añadirían las actividades cie agricultura inicial de palo cavador y
de doma y pastoreo de animales en una fase final, añadiendo figuras esquemáticas a
los paneles naturalistas levantinos, repintando algunas de las existentes o flanqueando
los abrigos levantinos con otros propios. Pero ésto no se produce según una evolución,
degenerativa o no, del arte naturalista o impresionista, sino que hay una fase «prelevantina» formada por conjuntos lineares geométricos, zig-zags o trazos curvados y otros
figurativos de grandes figuras fantásticas con representaciones humanas de más de un
metro de altura (••macroesquemáticos» de M. Hernández), con cuerpos o cabezas dobles
y un sólo par de brazos, pierniabiertos, todo muy alejado del arte paleolítico, del levantino y del esquemático. Podríamos sintetizar diciendo que el arte levantino es narrativo
y el esquemático conceptual, pero no suponer una clara evolución plástica de uno a
otro; así el jinete del barranco de Gasulla que está tocado con casco y rige el caballo con
riendas, no puede ser anterior al año 1200 y seguramente llega hasta el 700 BC y sin
embargo es de tendencia naturalista.
Habría que abandonar de una vez por todas la idea de que el arte esquemático del
Eneolítico surge en España como una evolución del levantino y aceptar que resulta de
la importancia de nuevas ideas y de un cambio rotundo de mentalidad, no solamente en
lo que se refiere a una tendencia esquematizante, en sentido artístico, sino también en
la introducción de nuevos símbolos que responden a ideas propias religiosas o funerarias, diosa de ojos como en Tell Brak o de los «ídolos» grabados o pintados eneolíticos y
de las placas de Garvao, hombres en phi, en doble Y, ancoriformes, halteriformes, abetos, bitriangulares, etc., y también a abstracciones que pueden ir desde de representa-284-
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ción de simples puntos o rayas hasta signos astrales (soles, estrellas), fenómenos naturales (líneas de lluvia, meandros de corriente de agua, concéntricos, espirales y laberintos en relación con la vida y la muerte y el principio y fin de las cosas, rayos solares,
etc.) con intervención de hombres y animales sin pezjuicio de las influencias que ejerce
el arte levantino estilizado.
ARTE ESQUEMÁ.TICO, MEDITERRÁNEO Y ATLÁNTICO
Hay una serie de ideas generales, de ritos religiosos, de costumbres funerarias que
se reflejan en el arte y que, aparte del fermento y fondo indígenas, reciben aportaciones
muy bien delimitadas atlánticas o mediterráneas. Podríamos así concluir, sobre todo
partiendo del abrigo de los Estrechos, en los cañones del río Martín en Albacete del Arzobispó (Teruel), en el Risco de la Zorrera de Candeleda (Avila) y en pinturas y grabados de dólmenes y estelas de Portugal y Galicia, que hacia el III milenio en las poblaciones metalúrgicas que expresaron sus ideas a través del arte esquemático y en sus
inmediatos precedentes «Semi-naturalistas o semi-esquemáticos» una idea de temploaltar con referencias icónicas, en las que el culto sol-luna, relacionado con el toro y dotado de altares, capillas o construcciones, asegurarían quizá una continuidad de ideas
religiosas anteriores representados por los abrigos pintados o introducidos desde el
Oriente próximo y con numerosos paralelos en el Mediterráneo y en España, desde las
fases centrales del arte levantino. Otro elemento que relaciona el arte esquemático con
el Mediterráneo oriental y concretamente con Micenas son los carros de dos o cuatro
ruedas, semejantes a los presentes en la Val Camónica, en el santuario exterior de Escoural y en el Tassili n'Ajjer.
Por otra parte hay una corriente atlántica que podría relacionar los conjuntos de
Escandinavia e Irlanda con los petroglifos gallegos y las islas Canarias y con el fabuloso
yacimiento de más de 40 Km. de longitud en las orillas del Tajo en Portugal, desde Fratel a Herrera de Alcántara, ya en España.
Porto Badisco y Cosma, en Otranto, con cierre de la primera cueva en el Eneolítico y
dataciones garantizadas para las figuras rojas hacia el V milenio podrían significar el
punto de unión de un arte estilizado que aparece también en las «pintaderas» neolíticas
y en cerámicas pintadas, con las figuras rojas de Levanzo y las pinturas de las cuevas
de La Higuera, en Cartagena y de las cuevas de Peñarrubia, en Cehegín. Aunque no
parezcan demasiado concluyentes, las comparaciones de las cerámicas cardiales con las
representaciones «macroesquemáticas», sí que permiten advertir la tendencia a la esquematización de orantes y cuadrúpedos que se han puesto de manifiesto en la decoración de aquellas.
Desde el punto de vista de orígenes y relaciones del arte esquemático español ya
queda dicho que las vinculaciones con el próximo Oriente y con el Atlántico parecen claras, dentro de un fenómeno cultural semejante en toda Europa y en el norte de Africa:
un foco esencial estaría en la zona de Siria-Anatolia, con derivaciones hacia el desierto
de Negev, yacimientos clave en Beldibi, cerca de Antalya (Turquía), Magura (Bulgaria)
y tal vez Olmetta du Cap al norte de Córcega, sin pezjuicios de que la potencia de las
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culturas metalúrgicas del Sur y Sudeste de España provocasen un movimiento de retorno hacia el Mediterráneo y la acción de los focos indígenas de indudable fuerza; los
núcleos neolíticos de la Val Camónica, Monte Bego y Europa central y su difusión
atlántica, las vinculaciones con la cultura megalítica y los centros norteafricanos desde
Nubia al Fezzan, el Hoggar y el Oranesado hasta el Atlas y Canarias, denotan una corriente general en la que España solamente introduciría el elemento de la presencia del
arte levantino en una fase intermedia entre el Paleolítico y la Edad de los Metales.
En síntesis puede afirmarse que el arte esquemático español es la consecuencia de
un cambio cultural producido por la llegada de prospectores de metal o metalúrgicos
procedentes del Oriente próximo hallando en la Península una situación económico-cultural neolítica, en una fecha no anterior al IV milenio y un arte constituido en una
parte de ellas, el <
zona coincidente con el arte «levantino» del que no sería una continuación el «esquematismo», aunque la tendencia a la estilización produzca paralelos formales y admitiendo
que los recién llegados aprovechen e incorporen a su sistema muchos de los abrigos levantinos. Este nuevo arte se extendió por toda la Peníns ula dentro de un movimiento
común a todo el Mediterráneo y Europa central y el tercio septentrional de Africa, con
una corriente atlántica que toma especiales características en Galicia, valle del Tajo y
Canarias. La evolución del arte esquemátio, mantenido durante toda la Edad del
Bronce y el Hallstatt hispano y agotado cuando penetra el arte clásico a través de la
iberización, puede conservar núcleos retardatarios en el interior de la Península, ajenos
al arte levantino, y con evolución hacia la simplicidad de las culturas de campesinos y
pastores que recibieron tardíamente los cambios de la sociedad metalúrgica.
LAS PINTURAS DEL FORAU DEL COCHO
En la Ribagorza, provincia de Huesca, en el valle del Cinca y proximidades de Estadilla existe un grupo de abrigos pintados llamados en la localidad Forau del Cocho o del
perro, en la partida de Faixana de Matón, descubiertos por Mariano Badia y estudiados
por nosotros desde 1985. El conjunto consta de ocho covachos de desigual tamaño, poco
profundos y algunos sin pintura puesto que las aparentes rayas que se observan son
naturales de óxido de hierro (8).
La situación de la actual ermita de la Vrrgen de la Carrodilla permite suponer una
sacralización del lugar y una continuidad de este carácter como ocurre con tantas otras
que son indicio de cristianización de lugares y la perpetuación de ritos que han dado lugar a tradiciones populares locales tales como el que determinadas piedras, no fósiles,
que se hallan alrededor de la ermita que presentan líneas naturales de forma circular
sean llamadas «coronetas de la Vrrgen» o «coroneles».
Los covachos citados se abren en fila hacia el sur y la línea de sus bocas de Este a
Oeste. La longitud de la cinglera en la que se hallan los covachos es de unos 27 metros.
(8) A. BELTRÁN: ·Forau del Cocho (Est.adilla, Huesca)o. Arqueología Aragoneaa 1986, Zaragon, 1987, págs. 213·74.
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Interesa también señalar la presencia en las proximidades de la llamada «C
ueva del
Agua», covacha con una poza que podría haber saciado la sed de las gentes que se relacionaban con las cuevas pintadas.
Las figuras de estos abrigos son una cabra, dos ciervos, puntos e impresiones de dedos impregnados en pintura o dibujados, trazos verticales o curvos, con terminación superior como dedos e inferior cerrada y curvada, debiendo asignarse todas ellas a la
misma etapa cronológica. Desde un punto de vista relativo nos hallamos entre el arte
«levantino>> del río Vero (Huesca) o del Plano del Pulido, en Caspe (Zaragoza) y el arte
esquemático de Lecina u otros cañones del Vero y la Fenollosa, en los puertos de Beceite (Teruel).
El covacha I contiene una cabra en color rojo claro, de estilo «Seminaturalista», pero
no «levantina>>, con largos cuernos, en tinta plana, vuelta hacia la izquierda, es decir
hacia el punto principal del «Santuario» y sobre ella en una visera saliente una confusa
mancha en el mismo color; debajo del animal un círculo con una prolongación que le da
cierto aspecto de espiral y, más abajo, otro círculo relleno incompletamente de pintura.
Los círculos citados son de un solo color, de trazo grueso, pero desvaído en la superficie con lo que queda visible el pigmento rojo del fondo. Más arriba de la cabra y a la
derecha hay puntos minúsculos, como si fueran salpicaduras de pintura.
Como observación general, válida para todas las pinturas del Forau del Cocho, hay
que anotar que la capa inferior de pintura, cuando se presentan dos de ellas, está embebida en la roca y deja señal, mientras que la superior que reposa sobre una capa de
pintura anterior no pasa de la zona superficial a la roca. Es decir, que todas las manchas de color que están deterioradas en superficie muestran un color claro, circunstancia ésta importante para el análisis de los problemas de conservación y los cambios del
matiz de los pigmentos según sea aquella. El fenómeno en la intensidad de color presenta las mismas características que en otros abrigos: a) Color original. b) Densidad de
la capa de pintura y cambio de tonalidad a consecuencia de ella. e) Deterioro del color
por acción del agua o la erosión eólica o de cualquier clase. d) Repintado conservado. e)
Repintado deteriorado con restos de la pintura anterior. f) Problemas de conservación
de color original en los bordes cuando se ha debilitado el repintado.
También debe observarse que en ocasiones se nota claramente que los puntos u óvalos están realizados con las yemas de los dedos o con el extremo de éstos, pero en otros
casos se nota que han sido perfilados primero y luego rellenados de pintura. Esto no
obsta a que el significa do general de los animales cercados o acatados por dedos pueda
mantenerse en el caso de Estadilla.
Volviendo a las figuras del covacho I, la cabra está en relación con los signos geométricos aunque aquí resulta menos clara la idea de cerco o acompaña. iento inmediato
m
que en el ciervo que veremos en el covacho principal hacia donde mira la cabra . No hay
dedos ni puntos alrededor del caprino aunque éstos sean la constan te de casi todos los
paneles pintados.
No hay pinturas en el covacho II, en tanto que el ITI mucho más profundo que los
anteriores, ahumado, muestra posibles restos de pintura en algunos sitios y diversas
eflorescencias de óxido de hierro. En uno de los huecos nos pareció advertir, aunque no
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es seguro, la figura de un hombre en phi, apenas visible, pintado sobre una superficie
muy alterada, de color rojo oscuro sobre rojo claro, seguramente disimulado el color por
el humo que ha impregnado la parte profunda y alta del covachito. La figura está a 0'45
m. del suelo y sería muy importante puesto que constituiría el único signo verdaderamente «esquemático» de todo el conjunto.
No aparece ninguna traza de color en los covachos IV y V aunque estas cavidades
formaron parte también del «santuario» que tendría sus núcleos principales en el I y los
que siguen a partir del VI. Con frecuencia se descuida la consideración de los espacios
vacíos entre las zonas decoradas que, sin duda, desempeñaron un papel en la organización del espacio de las pinturas desarrolladas en una larga superficie y en los ritos que
las tomaron como objeto.
El covacho VI contiene el panel más importante, cuantitativa y cualitativamente
hablando, de todo el yacimiento. Las figuras de los dos ciervos, de aspecto naturalista
se enmarcan en rítmicas asociaciones de dedadas o puntos, uno de ellos muy bien conservado y el otro desaparecido salvo la cabeza y las astas. Se inicia por dos dedadas rojas de la longitud de una falangeta, concretamente 0'03 m., puestas verticalmente;
luego otra de 0'83 m. de las anteriores hacia el Este y ligeramente más arriba. En relación con el suelo el grupo I está a un metro y la dedada 2 a 0'90, medidos desde su parte
inferior. A 22 m. del covacho I y a 1'75 m. del suelo por su extremo inferior se sitúa el
gran panel de dedos, puntos en líneas verticales y un ciervo seminaturalista 6 más o
menos en el centro de la composición dispuesta armónicamente a su alrededor, como
sucedería con el ciervo 4, del que solamente se conservan las astas, y los signos que lo
rodeaban y que ya había desaparecido cuando las pinturas se descubrieron. En el término del friso por la parte superior hay una serie interminable de puntos minúsculos
casi como salpicaduras, en este caso sin la menor ordenación, al menos en apariencia,
ni tampoco con disposición vertical.
En la zona afectada por el humo de las hogueras encendidas por los pastores que tomaron los covachos como refugio la pintura toma un color rojo oscuro, casi negruzco,
pero originalmente el color básico fue el rojo claro, como se aprecia en las patas del
ciervo o en el grupo de puntos desvaídos y puede ocurrir y así parece comprobarse en
algunos puntos, que haya repintados en color rojo más intenso que no se sentó directamente sobre la roca, sino sobre la pintura anterior, de suerte que el pigmento añadido
se absorbe o embebe menos por la roca. Hay claras muestras en algunos lugares de degradación o pérdida del color superficial. En síntesis la gama de colores ordenados en
una cronología relativa sería rojo claro de base, el más antiguo (conjunto de puntos de
la zona superior derecha), repintados en color rojo más vivo e intenso que permite en
ocasiones advertir el rojo claro en los bordes, y modificación del color por la acción del
humo sobre la pintura.
Más hacia la izquierda hay series de disposición vertical de puntos ovales, es decir,
de impresiones de yemas de dedos, aisladas, con indicación de dos falanges y 0'04 m. de
longitud debiendo subrayarse que los ya citados a y b eran de una sola falange. Más a
la izquierda se encuentra la huella de una serie de tres dedos completos hasta el arranque de la mano que no llegó a pintarse. Los dedos están formados por trazos ovalados,
alargados y discontinuos. Finalmente dos trazos gruesos cierran el panel.
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Los puntos ocupan espacios a veces determinados naturalmente por los salientes
del muro rocoso. Son impresiones de las yemas de los dedos, de éstos con las falangetas
terminales, normalmente en número de dos, y sin arrastrarlos para formar las líneas.
Todos mantienen un cierto ritmo sea de líneas verticales paralelas o circulares con un
punto central. El ciervo que se conserva y el que hubo y ha desaparecido casi totalmente son inseparables de los puntos y señales de dedos, en algún caso claramente en
el centro.
Llamamos covacho Vil a una cavidad separada del VIII por una caída vertical de
agua que ha dejado la señal de una línea negruzca y exudaciones calizas. El panel está
formado por siete líneas verticales cerradas por abajo por otra transversal que une las
tres de la izquierda e iniciadas en la parte superior por un ligero engrosamiento. Hacia
la mitad un trazo transversal corta las tres primeras líneas teniendo yuxtapuesto un
punto redondo por la parte superior. Otros puntos pintados se aprecian debajo de las líneas verticales indicando una primera fase de puntos, unidos luego con las líneas, sin
que pueda diferenciarse el color, pero parece que los puntos son de color rojo claro y
más vivo en las líneas. Es curioso anotar la utilización de una técnica semejante a la
paleolítica del «tamponado», como se aprecia en Covalanas, con superposición de trazo
sobre los puntos o quizá simple unión de éstos, para convertirse en lo que Breuil llamaba «líneas babosas».
Se repite el mismo fenómeno de intensidades cromáticas y de deterioro ya reseñado.
La raya 5 contando de izquierda a derecha se curva en cayado en la parte inferior y entre la 4 y la 5 hay una curva también hacia arriba que no empalma con ningún trazo.
En la parte superior, justamente encima y a la izquierda, restos de puntos minúsculos
como en el covacho anterior.
A la derecha de los trazos verticales se sitúan puntos oblongos o circulares en desorden y agrupados en dos núcleos bien diferenciados. Más abajo ocho puntos formando
una estructura circular y más abajo otra semejante de seis puntos de forma casi igual.
A izquierda de este último grupo un conjunto de trazos arqueados, paralelos, en
forma vertical y en dos series de dos y cuatro trazos respectivamente. No se unen estos
trazos para formar la doble curva ya aludida, existiendo separación entre ellos.
Más a la izquierda una gran caída r.aliza que deja ver algunas trazas de pintura inidentificables. Entre ellas nuevamente trazos rectos sobre puntos rojos y señales de dedos completos, al menos de dos falanges, dispuestos verticalmente. Estos dos paneles
están separados entre sí por 0'36 m.
Aislada y a 0'70 m. al Este, en una oquedad, una estructura de quince puntos
adopta una forma circular ajustándose a la configuración del hueco dentro del que están pintados. Los puntos son de color oscuro, aunque el fondo donde están pintados no
aparece afectado por el humo que cubre la parte exterior siendo ésta, probablemente, la
razón del ennegrecimiento del color. También podría tratarse de un rojo carmín muy intenso, distinto del básico claro que hallamos en todo el abrigo. Este grupo está muy separado de los demás conjuntos, tanto por el Este como por el Oeste. En la zona baja de
estos covachos no hay ninguna pintura estando el panel de dedos a 1'40 m. del suelo, el
de puntos a 1'8 m. y los curvilíneos a 1'20 medidas todas ellas tomadas desde la parte
inferior de los conjuntos.
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La asignación numérica es la siguiente:
l. Puntos verticales formando como un cuadrado, de cuatro filas, en la parte superior, a la derecha. En esta dirección dos más largos con algunos más que se han perdido, pero de los que se nota aún la huella.
2. A izquierda, conjunto de siete líneas verticales, continuas. El color es más vivo
por la parte de arriba y se rematan las líneas en forma redondeada. En varios lugares
hay puntos debajo de la línea, como si en una primera fase se hubieran pintado los puntos y en una se~da §e hubieran superpuesto las líneas, englobándolos, salvo en un
sólo caso en el que un gran punto de color rojo claro, queda exento. Se repite la sucesión
cronológica de las dos intensidades de rojo. Una línea transversal hacia la mitad del
conjunto une 1-2-3-4, mirando de derecha a izquierda. Hay un punto rojo claro en el ángulo de la 2 vertical con la transversal. En la parte inferior de la línea transversal hay
sólo cinco verticales y el remate de las líneas se produce en forma curvada, de cayado.
3. Pequeños trazos curvos paralelos, 2-4.
4. Conjunto ilegible de líneas curvadas con trazo recto hacia la izquierda y otros
curvos con el color desvaído en alguna zona de este panel.
La significación de este conjunto geométrico no se nos alcanza aunque hipotéticamente, podría pensarse que se tratase de una estructura construida como las del Risco
de la Zorrera, en el Raso (Candeleda, Ávila) o de numerosas estelas portuguesas y del
oeste español (dólmenes de Peñalta, Viseo y de Pedra Coberta, Coruña, estelas de
Santo Martinho de Castelo Branco) que nos parece posible interpretar como capillas
construidas de madera, con imágenes femeninas. No hay ninguna figura ni nada que se
le parezca y tampoco parecen delimitarse hornacinas o puntos especialmente señalados. Pero las líneas no están dispuestas anárquicamente sino según planteamientos regulares. La única posible identificación de un objeto sería el de la narria o trineo, aunque tampoco es seguro y, desde luego, alejado del precioso ejemplo del Congosto de
Olvena (Huesca).
El covacho VIII 1'75 m. al Este del último grupo de puntos del siete, dispuesto a
1'90 m. del suelo, en la visera del abrigo, muy afectado por el humo, hay un conjunto de
dedadas de dos falanges y 6 cm. de promedio, verticales, compuesto por veintiún puntos
ovales dispuestos circularmente. Las dedadas que forman ocho o diez líneas paralelas
están flanqueadas por dos grupos de puntos, marcados seguramente con la yema de los
dedos, ocho a la izquierda y trece a la derecha, adoptando una forma oblonga casi circular.
A MODO DE CONCLUSIÓN
Las pinturas del Forau del Cocho subrayan el problema de identificación del arte
«esquemático» partiendo de líneas, puntos, impresiones de dedos y otras representaciones análogas acompañando a figuras que, aunque formalmente no se alejen del aspecto
de otras «levantinas», tienen otro aire por su movimiento, aunque su naturalismo obligaría a incluirlas en el discutible ••seminaturalismo» a que nos hemos referido. Durante
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·FORAU DEL COCHO•
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mucho tiempo las figuras se han incluido o no dentro del «arte levantino» por razones
meramente geográficas, suponiendo que las que se hallan fuera del área restringida de
dicho arte no corresponden a la misma «cultura» aunque sean del mismo «arte». Valga
como ejemplo el conjunto de la cueva de Doña Clotilde, en Albarracín o el de Selva Pascuala, en Villar del Humo o los abrigos de Alacón con escenas de agricultura mixta. En
nuestra publicación de 1968 (9) ya hacíamos mención del grupo de figuras de la zona de
Vélez Blanco y aludíamos a las del Tajo de las Figuras (Casas Viejas o Benalup de Sidonía); Mario Varela (10) aventuraba esta calificación para las figuras de picado continuo
del fondo del Tajo entre Fratel y Herrera de Alcántara y los descubrimientos en la zona
del río Vero, en la provincia de Huesca obligan a ser cautos al incluir o excluir conjuntos dentro del arte «levantino», tanto como a tratar de düerenciar los estilos que se suponen homogéneos dentro de la zona; es indudable que por razones de comarcalización,
pero también de cronología e incluso de autores y «escuelas» bajo la etiqueta de «arte levantino» se agrupan modos de expresión muy diversos.
El llamado arte «esquemático» se reúne en los abrigos «levantinos» con figuras de
muy diverso estilo que van desde el naturalismo al impresionismo y la estilización, por
una parte y al geometrismo y simbolismo por otro. Es evidente que el Forau del Cocho
no debe ser incluido dentro del arte «levantino», pero también que no tiene nada que
ver con el arte «esquemático». Su situación en la zona intermedia entre los cañones del
río Yero en el prepirineo oscense, con arte paleolítico, •lineal-geométrico», «levantino»,
«seminaturalista» y «esquemático» y los núcleos de arte «levantino» del Plano del tío
Pulido en Caspe y los vecinos de Alcañiz-Valdealgorfa, Santolea, Cretas y río Martín
que incluyen diversas formas de arte «esquemático» es muy interesante para los problemas de difusión geográfica y de comarcalización de los diversos artes, así como para la
fuerza de las zonas vacías dentro de las cuestiones de correspondencia de expresión
gráfica e industrias y dejan en el aire las secuencias rígidas y en evidencia cualquier
pragmático esquema evolutivo general.
(9) A. BELTRÁN: .Arte rupcat.re levantino•. Zaragoza, 1968 y .AdicioneS», 1978; •Da cacciat.ori ad allevatori. 1Jam rupe4tre del~
vante apagnuolo-. Milán, 1982; y una puesta al día en •Levantelruns~Felsbilder in Ost.en Spaniens-. Daa Alt.ertum, 2, Berlín,
1990.
(10) M. VARELA COMES:
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LÁM. I
A. BELTRÁN.-Forau d el Cocho
1) Forau del Cocho en Faixanas de Matón, desde el N.
2) Covacho l. Cabra y círculos.
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LÁM. n
A. BELTRÁN.- Forau del Cocho
3) Covacho l . Cabra (detalle).
4) Covach o VI. Conj unto.
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A. BELTRÁN.-Forau del Coch o
LÁM. m
5) Covacho VI. Detalle del ciervo.
6) Covacho VI. Detalle de puntos y dedadas a derecha del ciervo. Interpos ic iones.
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A. BELTRÁN.-Forau del Cocho
LÁM.IV
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LÁM.V
A. BELTRÁN.-Forau del Cocho
9) Covacho vn. Puntos en hueco, con ritmo circular.
10) Covacho vn. Superposición rayas/puntos.
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A. BELTRÁN.-Forau de l Cocho
11) Covacho VIn. Conjunto d e puntos y dedadas.
12) Covacho Vlli. D edadas con asp ecto d e mano.
LÁM. VI
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