Una área doméstica de la Edad del Bronce en el poblado de "El Acequión" (Albacete)
Manuel Fernández-Miranda
Mª Dolores Fernández-Posse
Concepción Martín
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ARCRTVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XX (Valencia, 1990)
MANUEL FERNÁNDEZ-MIRANDA*, M.!! DOLORES FERNÁNDEZ-POSSE*
Y CONCEPCIÓN MARTÍN*
UN ÁREA DOMÉSTICA DE LA EDAD DEL BRONCE EN EL POBLADO
DE «EL ACEQUIÓN» (ALBACETE)
Este artículo trata sobre la ordenación y utilización del espacio interior en un sector
del poblado de El Acequión, particularmente idóneo para llevar a cabo un estudio de este
tipo. En efecto, la zona elegida reúne diversos ámbitos de actividades diferenciadas, con
incidencia sobre las construcciones, dentro de una unidad homogéna y sincrónica de ocupación. A ello se une su excelente conservación, ya que el poblado sufrió un súbito abandono tras un incendio después de la instalación a que corresponde el caso estudiado, sin
que posteriormente los niveles de destrucción haya experimentado modificaciones significativas tras su deposición primaria. En consecuencia la unidad de ocupación elegida
ilustra, con sus problemas interpretativos, un momento bien preciso de utilización del
yacimiento que, de acuerdo con distintas dataciones C-14, debe situarse a caballo entre
los siglos XVIII y XVII a. C.
Las consideraciones que aquí se establecen forman parte de un amplio proyecto de
investigación cuyo objetivo es el estudio y valoración de las comunidades que durante
la Edad del Bronce ocuparon la zona suroriental de La Mancha, esto es la mayor parte
de la actual provincia de Albacete. El proyecto contempla distintos tipos de actuaciones,
entre ellas la excavación en extensión del poblado de El Acequión, iniciada en 1985. En
su financiación han intervenido hasta ahora la Junta de Comunidades de Castilla-La
Mancha, el Ministerio de Cultura, la Diputación Provincial de Albacete, el Ayuntamiento de Albacete y National Geographic.
La identificación de una Edad del Bronce en La Mancha es relativamente reciente,
aunque exista una cierta literatura en tomo a sus características construcciones desde
finales del siglo pasado. Su singularidad está ahora fuera de toda duda, si bien todavía
• Departamento de Prehiatoria, Universidad Complutense. 28040 Madrid.
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Fig. l .-El Acequi6n: en rayado la zona estudiada.
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POBLADO DE .EL ACEQUIÓN•
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no están suficientemente claras todas las características que deben definirla (1). Sin
embargo sí parece obvio que deben desecharse ya las antiguas interpretaciones que la
vinculaban estrechamente al área argárica, dentro de una explicación simplista de
clara tendencia homogeneizadora para buena parte de la península ibérica durante la
Edad del Bronce, conforme denunciara hace algunos años Tarradell (2).
El poblado de El Acequión está situado a 14 Kms. al oeste de Albacete, siguiendo la
carretera que desde esa población conduce a las de Munera y Ciudad Real. Aprovecha
para su asentamiento una pequeña elevación natural, realzada luego notablemente por
el depósito arqueológico, que emerge de una laguna hoy totalmente desecada pero que
hace unas décadas todavía contenía agua intermitentemente y que muy probablemente
la tuvo de forma continua hace 3.500 años. Su peculiar situación, a modo de pequeño islote, tal vez unido a tierra firme por un estrecho istmo, hizo que Martínez Santa-Olalla
considerara el poblado como un crannog o estructura palafitica (3), además de fecharlo
dentro de su bronce I mediterráneo y compararlo con Almizaraque y Ereta del Pedregal. A juzgar por los resultados obtenidos en nuestras excavaciones a lo largo de cinco
campañas, El Acequión tuvo siempre forma circular, con una superficie total en torno a
los 8.000 metros cuadrados y una potencia máxima hacia el centro de seis metros lo que
le confiere una característica forma cónica similar a la de las motillas localizadas en
Ciudad Real. Estas elevaciones, naturales o arqueológicas, que destacan sobre su t erreno inmediato reciben en esta zona de La Mancha el nombre de morras. La de El Acequión se estructura a partir de dos murallas paracirculares y pseudoconcéntricas, una
situada hacia la zona alta del poblado y otra que corre a unos metros del borde inferior
del islote, cerca de la línea de inundación de la laguna. El área superior de habitación
tiene una superficie de unos 500 metros cuadrados. En la corona formada por los dos
muros principales hay un espacio de anchura variable que en determinados momentos
fue utilizado igualmente como área de habitación cuando las dimensiones lo permitían
y las necesidades de sus habitantes lo exigían. En otros casos fue basurero e incluso se
usó como lugar de enterramiento (fig. 1).
La zona elegida para este estudio se sitúa en el cuadrante noroeste del poblado.
Allí, entre los dos gruesos muros principales, existió, en la fase final del sitio, un espacio abierto de aproximadamente cinco metros de anchura y marcada horizontalidad
que, sin duda, reunía buenas condiciones para ser aprovechado como área de habitación. En él se edificaron, al abrigo de las murallas A y B, dos pequeñas construcciones
que ocupan un arco de unos 15 m. Son instalaciones levantadas con materiales frágiles
-manteados de barro sobre una estructura vegetal-, en contraste con los altos zócalos
de piedra que caracterizan a las cabañas en fases anteriores del poblado. En este espaM. FERNÁNDEZ.M1RANDA, M. O. FERNÁNDEZ.POSEE y C. MARTÍN MORALES: .Caracterización de la edad del bronoo en La
Mancha. Algunaa propoeiciooca para su estudio-. En •Home"''ie al Prof. Eduardo Ripoll Perelló•, Madrid, UNED, 1988, pága. 293·
310 y •La edad del bronce en el sureste de La Mancha: el poblado de El Acequión (Albacete)•. En .Some"''ie al Prof. Miguel Tarra·
del! Mateuo, Baroelona, en prensa.
(2) M. TARRADEU..: ·Sobre la delímltación geográfica de la cultura de El Argar-. ll Congreao Arqueológico del Sudeste Eapañol, Alba·
cele, 1946, pqs. 139·145 y •La PciÚIISula Ibérica en la época de El Arga..... 1 CongreliO Nacional de Arqueologfa, Almeria, 1949,
pága. 72-85.
(3) J . MARTINEz SANTA-OLALLA:
Historia y Arqueologfa de Albacete, 1, 19Sl, págs. 5·12.
(1)
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POBLADO DE •EL ACEQtnÓN•
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cio, sin embargo, la piedra es utilizada únicamente en unos someros muretes, levantados como tabiques que separan ambientes, dispuestos de forma radial a los grandes
muros circulares que, debido lógicamente a su fuerte personalidad, condicionan la ordenación de los espacios interiores cualquiera que sean sus características y funcionalidad.
Con anterioridad a la construcción de tales instalaciones se llevaron a cabo algunos
acondicionamientos y pequeñas obras encaminados a la mejor disposición del espacio a
ocupar. Ese es el sentido de una gruesa capa de tierra de color ocre-castaño, que constituye un verdadero nivel de asiento artificial, vertida en esa zona para conseguir la horizontalidad precisa. La capa de nivelación es, a su vez, el nivel de obra desde el que se
construyen el paramento más externo de la muralla A y el pequeño muro-bancal que, al
sur del espacio, actúa como separación y contención de los niveles de un gran basurero
que venía funcionando desde la fase anterior en esa zona intermuros más estrecha. Simultáneamente se refuerza el paramento interno del muro B, prolongándose en un mur ete que cierra la unidad de ocupación por ese lado norte y que se interrumpe en lo que
fue el acceso al espacio. 'lbda esa nueva cara de la citada muralla más externa fue revocada con barro muy endurecido que contiene pequeños desgrasantes de caliza.
Aproximadamente hacia la mitad del espacio, es decir, dividiéndolo en dos partes
más o menos iguales, se dispus o un tercer muro radial adosado al muro B que se interrumpe más o menos a un metro del paramento externo del A. Se trata de un murete
irregular levantado con piedra menuda bien trabada con barro grisáceo que no debió ser
muy alto a juzgar por lo exiguo de su nivel de derrumbe. Entre los tres muros radiales
descritos y sobre la superficie artificialmente nivelada se asentaron directamente las dos
pequeñas construcciones; en el compartimento situado más al sur aparece una cabaña
levantada con postes o pies derechos, de unos 20 cm. de diámetro, hincados de forma
bastante profunda en el relleno anterior. Se alinean dibujando una planta paracircular
en intervalos irregulares y a contracurva del muro B. Sobre ellos y el paramento interior
de dicha muralla se apoyaría la cubierta.
La superficie delimitada al interior de esta cabaña es de unos 10 m2. y está compartimentada en dos pequeños espacios desiguales entre sí y bien diferenciados en el pavimento. Mientras el espacio mayor tiene un suelo de arcilla de color castaño simplemente apisonada, el situado más al norte, que es de forma circular, está solado con una
gruesa capa de barro cocido, de extremada dureza y muy bien alisada en su superficie.
Adopta la forma de una suave cubeta. Sobre él se debieron realizar sucesivos fuegos,
aunque en el momento de la destrucción de la cabaña no contenía combustible. Encima
de esta suerte de gran hogar se disponían una serie de vasijas. El alzado de la sencilla
cabaña y su cubierta es vegetal, como atestigua su nivel de derrumbe, construido a
base de ramas entrelazadas y vigas de cierto fuste, que van manteadas con un barro de
color gris similar al que se utiliza en la trabazón de las piedras de las murallas principales.
Al interior de la cabaña se encontró el ajuar perfectamente dispuesto. En su ángulo
noroeste, y en origen presumiblemente colocadas en alto, aparecieron tres hachas planas de cobre y cuatro pesas de telar de gran tamaño hechas en barro mal cocido y con
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Cantos ovales sin huellas de uso.
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Fig. S.-Tabla de localización de hall.azgoe por espacios
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cuatro orificios para pender. El resto del ajuar lo constituían 15 vasijas de cerámica colocadas en grupos en varios puntos sobre el suelo de la cabaña, muchas de ellas calzadas con cantos de cuarcita y en algún caso asociadas a restos de lo que debieron ser esterillas de esparto. Destaca del conjunto una gran orza de cuello bien marcado y muy
buena cocción junto a la que apareció una cuchara moldeada en barro que por su tamaño y características bien pudo actuar de cacillo o cucharón para extraer el contenido
de la orza, probablemente agua. Asimismo, es de destacar la presencia de una olla de
perfil suave que contenía en su interior unas 40 lascas de sílex gris de regular calidad,
algunas de las cuales son «dientes de hoz» o piezas preparadas para serlo, aunque ninguna de ellas tiene huellas de uso.
Otros elementos del ajuar de la cabaña aparecían en sus espacios inmediatos, caracterizados como exteriores al aire libre. Así el sector de tierra de color ocre-amarillento
que corre al pie del paramento externo del muro A, formando un pasillo de 1'50 m. de
ancho, que servía evidentemente de circulación; o el situado entre la propia cabaña y el
murete radial central pavimentado con tierra de color castaño. En ese estrecho espacio
aparecen agrupadas 14 vasijas de muy diferentes formas, calidades y tamaños. Se apoyan en el citado murete y generalmente aparecen unas en el interior de las otras, con
todo el evidente aspecto de estar allí simplemente almacenadas.
También en el exterior de la cabaña y cerca de su umbral se encontraba un molino
de piedra arenisca de gran tamaño (algo más de 80 cms. de largo y 30 de ancho) y muy
buena factura, asociado a una moledora redondeada realizada, asimismo, en arenisca.
Es interesante señalar como en estos espacios exteriores a la cabaña del compartimento sur se recogen materiales cerámicos fragmentados y dispersos, así como una relativa cantidad de restos de fauna de reducido tamaño. En la figura 3 enunciamos con
detalle la cantidad de estos dos tipos de materiales desechados por espacios, como contraste a su total ausencia en el interior de las construcciones o su bajo porcentaje con
respecto a las zonas de basurero. Cantidades que nos ilustran sobre los hábitos de limpieza de los ocupantes del espacio que analizamos.
El compartimento norte, es decir, el que se extiende entre el muro radial central y el
curvado que cierra la unidad de ocupación por ese lado, presenta un espacio cerrado y
cubierto mucho menor y de mucha menos entidad que la cabaña descrita, por más que
el tipo de construcción sea bastante similar: cinco postes hincados en el suelo a intervalos aproximadamente iguales y equidistantes del trazado curvo del muro B. La pequeña
sección de los postes (unos 15 cm.) unida al corto espacio a cubrir y a lo somero de su
nivel de derrumbe, hace suponer que estamos ante una especie de cobertizo. Este espacio techado, cuya superficie interior no llega a 5m2., tenía un suelo de tierra muy ba. tida de color ocre y estaba situado ligeramente más alto que el resto del compartimento
norte. En su centro y adosada al paramento de la muralla B, que constituía el fondo de
la instalación, excavamos una cubeta semicircular construida con piedra menuda tra, bada con arcilla muy plástica de color ocre-amarillento. Este contenedor, que apareció
vacío, una vasija de mediano tamaño y bien calzada, un molino de tamaño medio en
arenisca y una buena acumulación de trozos de sílex de color vinoso y baja
calidad,constituían todo su mobiliario. En sus proximidades, pero ya fuera del compartimento, aparecieron varios diente de hoz, en esta ocasión con una fuerte pátina de uso.
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Todos los espacios exteriores a este pequeño cobertizo proporcionan abundantes hallazgos, sobre todo en la zona delantera, es decir, entre la construcción y el correspondiente pasillo de circulación al pie del muro A. En primer lugar destaca una zona donde
se hacía fuego. Se trata de una cubeta excavada en el nivel de base, rellena de carbón
vegetal y rodeada desigualmente por piedra mediana y cal. No llega a tener 0'50 cm. de
diámetro en su forma descuidadamente circular. Los elementos que se asocian a este
lugar de hacer fuego son bastante característicos: un considerable número de pequeñísimas vasijas con aspecto de haber sido expuestas largamente a fuertes temperaturas;
dos molinos barquiformes cuyas manos son pequeños machacadores de cuarcita; algunas vasijas reutilizadas y otras más hasta un total de 18 dispuestas ordenadamente sobre todo el espacio inmediato. Entre ellas dos ollas de tamaño medio cuyo contenido
ilustra sobre las actividades ·q ue se realizaban en tomo a esta instalación: una contiene
hasta su borde lo que parece haber sido una solución colorante de hematites y otra restos de tejido (4).
Separadas de ese lugar de trabajo por un exiguo poyete, encontramos otra fuerte
agrupación de vasijas entre las que destacan dos grandes orzas presumiblemente utilizadas para almacenar agua. Esta abundancia de ajuar en la zona central contrasta con
el resto del compartiiÍlento norte, donde sus áreas laterales parecen haber sido exclusivamente utilizadas como pequeños basureros ocasionales en los que se vertían las vasijas inutilizadas y rotas. Verdaderos basureros de uso continuo y relacionados directamente con esta unidad de ocupación, son los dos espacios marcados como tales en la
figura 2: el depositado a extramuros, al pie del muro B, y los niveles que se acumulan
contra el muro-bancal radial que cierra la unidad por el sur. Ambos ofrecen muchos restos de fauna y fragmentos de cerámica desechados.
Algunos aspectos del espacio descrito, cuyo plano detallado aparece en la figura 2,
interesan para la comprensión de sus patrones de uso y su funcionalidad. En primer lugar destaca su clara división en dos compartimentos. Se realiza, como hemos visto, mediante el pequeño tabique central radial, de tan escasa entidad como los que cierran el
espacio por el norte y el sur. Los tres actúan más como señalizadores del espacio, es decir, con función de separación o límite, que como verdaderas estructuras constructivas.
Estos dos compartimentos forman, sin embargo, una misma unidad de ocupación dentro del asentamiento, como lo prueba la presencia del pasillo pavimentado con una compacta y homogénea tierra de color ocre, que funciona como zona de circulación o paso
común al pie del muro A. Se confirma, asimismo, por la existencia del basurero también común al exterior del muro B, que ocupa una zona exactamente en medio de ambos compartimentos.
Los dos ambientes tienen claras diferencias entre sí. En primer lugar, los espacios
cubiertos o cerrados -la cabaña circular en el compartimento sur y el pequeño cober(4) El análisis para la identificación de la materia colorante ha sido realizado por doiia Vtrginia Galván, del Inatituto de Edafología,
CSIC. Los restos de materia orgánica contenidos en otras vasijas están en curso de análisis por parte de doña Emestina Badal, Uní·
versidad de Valencia y de don Diego Rivera, Universidad de Murcia.
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tizo al norte- presentan muy diferentes superficies útiles e incluso entidad diversa,
tan to en lo que respecta a las construcciones como en los elementos que albergan. Esas
diferencias estructurales reflejarían, en principio, ámbitos funcionales distintos; es decir, el espacio total de la unidad de ocupación habría sido voluntariamente compartimentado a fin de disponer de dos áreas de actividad diferenciadas. En una primera valoración general, parece evidente que el compartimento sur constituye un claro
ambiente doméstico, mientras que el norte se destinó a la realización de actividades
productivas más o menos especializadas. Tal atribución concuerda bien con el hecho de
que ambos espacios manifiesten un mantenimiento diversificado, presentando el sur un
hábito de limpieza muy superior como podemos ver en la figura 3. Sin embargo, un
análisis más pormenorizado de esa misma figura sugiere que las cosas no deben ser tan
sencillas, o al menos no t an evidentes.
Aunque en el compartimento norte contamos con la presencia de un indudable lugar
de trabajo, donde se manipulan productos textiles y elementos colorantes, como indica
el característico agrupamiento de elementos (el fuego, los pequeños vasos dispuestos en
torno a él, los molinos y machacadores, las vasijas con contenidos específicos, etc.), es
sin embargo en el ámbito doméstico del compartimento sur donde aparece uno de los
elementos propios de la producción textil: las pesas de telar. Y lo mismo podríamos decir del trabajo de la talla de sílex. Mientras que en el interior de una de las vasijas que
forman el ajuar doméstico depositado en el suelo de la cabaña encontramos el proceso
de fabricación de dientes de hoz, la materia prima para realizar esas piezas dentadas e
incluso algunas de ellas terminadas y en curso de utilización se encuentran en el cobertizo del compartimento norte. Algo más matizado pero muy similar sería el caso del molino, en este caso orientado claramente a la producción alimentaria del compartimento
doméstico.
Esas contradicciones parecen ser en parte subsanables si consideramos al almacenaje una funcionalidad distinta a las dos establecidas que, además, sería compartida
espacialmente por los dos ambientes. Y en ese sentido parece ordenarse el elemento de
mayor presencia (más del 50% de la totalidad de los materiales) en la unidad de ocupación: la cerámica, tanto cuando la consideramos producto como cuando la analizamos
como ajuar. En el cuadro de la figura 3 se observa que, tomadas en su totalidad, el
compartimento norte ofrece un número ligeramente superior de vasijas en relación al
sur. Sin embargo esa circunstancia es justamente inversa en el interior de las respectivas construcciones: sólo una vasija apareció en el cobertizo frente a las 15 que constituyen el ajuar de la cabaña . El lugar de trabajo, en torno al fuego y al sur del poyete de
piedra, presenta por contra un número de vasijas muy parecido al del interior de la cabaña; y lo mismo sucede con los dos lugares que podemos considerar para almacenaje
de vasijas, el más claro situado entre la cabaña y el muro central radial ~on otras 14
vasijas- y el otro que ocupa toda la zona delantera del cobertizo, con 15.
Estos índices de presencia, y sobre todo su característica distribución en cada uno
de los compartimentos resulta, sin embargo, más expresiva al tener en consideración
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4.~Formas
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otros aspectos que derivan de las formas, tamaño, calidades (5) y contenidos de esas vasijas, entre otros factores que determinan su propia funcionalidad. En efecto, frente al
gráfico citado y a la tabla de formas de la figura 4, se observa que en el lugar de trabajo
o actividad especializada existe esa notable concentración de pequeñas vasijas así como
la presencia exclusiva de algunos vasos reutilizados. Mucho más sutil es, quizá, la relación inversa y excluyente que parece existir entre la presencia/ausencia de las formas D
y E (cazuelas y ollas carenadas respectivamente) en el ajuar doméstico de la cabaña en
relación al lugar de trabajo, y que en cierta manera parece incluir también a los lugares
de almacenaje de vasijas. En ese sentido si tomásemos como prototipo de ajuar doméstico las formas que aparecen en el interior de la cabaña y, sobre todo, aquellas que lo hacen sobre la placa del hogar, podríamos concluir que esas formas de cazuela abierta con
carena o sin ella (formas B y D) son propias de la producción y consumo de alimentos.
Aunque tales observaciones prestan cierto apoyo al resultado del análisis espacial
que hemos realizado con otros elementos, es decir, a las atribuciones funcionales de los
diversos «loci>> establecidos, no son demasiado significativas. Como tampoco parece
serlo la distribución de las grandes vasijas (forma H) o de las ollas (formas F y G), presentes en todos los tipos de espacio. Formas que por su tamaño y características de fabricación se tienden a considerar de almacenaje. Con ello entramos en un aspecto que
en un espacio como el que estamos considerando -que fija un patrón espacial de ocupación completo en un momento dado-, debería, en buena lógica, haber dado mejores
resultados. Nos referimos al contenido de las vasijas. En el espacio estrictamente doméstico, por ejemplo, no se recuperó más cereal que el propio y escaso obtenido por flotación de las tierras del nivel, y son también nulos los restos de fauna; la presencia de
ambos parecería normal en un ámbito dedicado a la producción y consumo de alimentos, como es la cabaña del compartimento sur. Por el contrario, en los espacios que hemos denominado de almacenaje es lógico que las vasijas estén vacías e incluso apiladas,
ya que en tales espacios son consideradas como productos, siendo ellas mismas el objeto
del almacenaje.
Los basureros constituyen ámbitos perfectamente definidos en el sector del yacimiento estudiado en esta ocasión. Como ya enunciamos más arriba, los dos localizados
pueden interpretarse como de uso exclusivo de esta unidad de ocupación, pero presentan unas interesantes diferencias en su composición. Mientras el situado a extramuros
se manifiesta como una gran bolsada de tierras homogéneas ricas en materia orgánica
carbonizada, el que se formó contra el pequeño muro-bancal al sur de la unidad ofrece
una serie de delgados niveles de ceniza gris y blanquecina que quizá deban interpretarse como producto de sucesivas limpiezas de hogares. La otra no menos interesante
diferencia es que para una cantidad similar de restos de fauna (6), el basurero a extra(6) Evitando cri~rios morfológicos apurados y complejos para una cultura tan poc:o definida en su producción cerámica como ea la Edad
del Bronce en la Meseta Sur, definimos a cada vasija por esas tres variables. Esta primera aproximación al ma~al cerámico ae define por tzea guarismos: las letraa mli)'Ú5CU)as indican la forma a que perteneeen (los tipos, conforme puede verse en la tabla de la
fig. • . ae basan en la correlación de parimetros obvios, como son las alturas y diámetros de cada vasijll); la cifra arábiga ae refiere a
su tama.fto, o lo que ea lo mamo a au volumen o capacidad, estableciéndose cinco ca~goríaa por intervalos; las cifraa romanas expresan la calidad de esas vasijas, estableciéndose tres caqorias resultado de combinar carac:terlaticaa talet como cl grado de depura·
ción de la arcilla empleada, la bondad de au cocción, cl t:ratamiento empleado en aua superficies, la regularidad de au modelo y la relación groaor-paredftamallo.
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(6) Loe restos fauníaticoa del yacimicnw catAn siendo estudiados por don Arturo Morales, Univeraidad Autónoma de Madrid.
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muros presenta un número mínimo de fragmentos de cerámica. Y no sólo en comparación con el otro basurero de su misma unidad arqueológica, sino también respecto a espacios de igual funcionalidad y del mismo momento de ocupación en otros sectores del
poblado, con un índice de frecuencia de fragmentos cerámicos por ms. tres veces menor.
Evidentemente, y a la vista de estos datos, podría llegar a hablarse de basureros especializados. Sobre todo cuando, como podemos ver en el cuadro de la figura 3, ese número de fragmentos cerámicos recuperados en el basurero extramuros es considerablemente inferior al del nivel general de frecuentación que se formó simultáneamente a él
en el exterior de la muralla B, e incluso, al del leve vertedero ocasional acumulado
junto al pequeño muro radial central en el compartimento norte.
Hemos visto cómo la unidad de ocupación estudiada se dividía en dos ámbitos que
resultaban espacialmente diferenciados, como transposición de la voluntad de sus ocupantes de ordenar el espacio y las diversas actividades que se realizaban en él. Y, en
este sentido, se podría concluir afirmando que en El Acequión existe una especialización espacial para los lugares domésticos, de trabajo, de almacenaje y de vertido de desechos. Sin embargo, esa especialización del espacl.o ha de ser matizada, puesto que
también hemos visto cómo ciertas actividades no tienen un marco espacial exclusivo.
Un claro ejemplo, y quizás el más significativo, es que es un índice de presencia de elementos caracterizadores lo que hace bascular a cada compartimento hacia un uso doméstico o hacia área de trabajo y almacenaje respectivamente. Por más que dentro de
ellos ciertos espacios concretos manifiesten una funcionalidad clara y exclusiva. En defmitiva podría establecerse que las funcionalidades espaciales del yacimiento se solapan frecuentemente y que lo hacen dentro de un claro carácter complementario.
Por otro lado se podría proponer que el motivo de esa especialización matizada -o
simplemente compartida- de los espacios definidos en la unidad de ocupación (casilla
superior de la figura 3), reside en el carácter doméstico de toda la producción, cualquiera que sea, que se lleva a cabo en aquella. Aunque haya espacios, como los basureros, donde la funcionalidad no sólo es absoluta sino que se vislumbran entre ellos especializaciones propias. Evidentemente, que la organización del espacio de la unidad de
ocupación responda a un modo de producción doméstica, no impide que exista alguna
actividad especializada que exceda a las necesidades de sus ocupantes. En este sentido
es conveniente preguntarse si la manipulación de tejidos y colorantes que se realizaba
en el lugar de trabajo del compartimento norte pudo tener un carácter supradoméstico.
Que la respuesta sea dudosa es debido a que dicha actividad, que en ese caso sería
eventual, pudo haber quedado fijada en el registro arqueológico por la rápida destrucción o súbito final de la unidad. Fuera de esta circunstancia nos inclinaríamos por pensar que se trata de una producción encaminada a abastecer a otras unidades de ocupación, es decir, supradoméstica. Y lo hacemos, pese a su carácter cuestionable, a la luz de
otros lugares de trabajo que han sido ya excavados pertenecientes a la misma fase del
yacimiento. Por ejemplo un pequeño taller, dentro de la correspondiente unidad de ocupación doméstica, donde se fabricaban en marfil botones de perforación en V, piezas que
son particularmente abundantes en el poblado, y que muy probablemente debió abastecer a todos sus habitantes.
-362-
[page-n-363]
ARCRTVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XX (Valencia, 1990)
MANUEL FERNÁNDEZ-MIRANDA*, M.!! DOLORES FERNÁNDEZ-POSSE*
Y CONCEPCIÓN MARTÍN*
UN ÁREA DOMÉSTICA DE LA EDAD DEL BRONCE EN EL POBLADO
DE «EL ACEQUIÓN» (ALBACETE)
Este artículo trata sobre la ordenación y utilización del espacio interior en un sector
del poblado de El Acequión, particularmente idóneo para llevar a cabo un estudio de este
tipo. En efecto, la zona elegida reúne diversos ámbitos de actividades diferenciadas, con
incidencia sobre las construcciones, dentro de una unidad homogéna y sincrónica de ocupación. A ello se une su excelente conservación, ya que el poblado sufrió un súbito abandono tras un incendio después de la instalación a que corresponde el caso estudiado, sin
que posteriormente los niveles de destrucción haya experimentado modificaciones significativas tras su deposición primaria. En consecuencia la unidad de ocupación elegida
ilustra, con sus problemas interpretativos, un momento bien preciso de utilización del
yacimiento que, de acuerdo con distintas dataciones C-14, debe situarse a caballo entre
los siglos XVIII y XVII a. C.
Las consideraciones que aquí se establecen forman parte de un amplio proyecto de
investigación cuyo objetivo es el estudio y valoración de las comunidades que durante
la Edad del Bronce ocuparon la zona suroriental de La Mancha, esto es la mayor parte
de la actual provincia de Albacete. El proyecto contempla distintos tipos de actuaciones,
entre ellas la excavación en extensión del poblado de El Acequión, iniciada en 1985. En
su financiación han intervenido hasta ahora la Junta de Comunidades de Castilla-La
Mancha, el Ministerio de Cultura, la Diputación Provincial de Albacete, el Ayuntamiento de Albacete y National Geographic.
La identificación de una Edad del Bronce en La Mancha es relativamente reciente,
aunque exista una cierta literatura en tomo a sus características construcciones desde
finales del siglo pasado. Su singularidad está ahora fuera de toda duda, si bien todavía
• Departamento de Prehiatoria, Universidad Complutense. 28040 Madrid.
-351-
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2
M. FERNÁNDEZ..MIRANDA, M.' D. FERNÁNDEZ..POSSE Y C. MARTÍN
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Fig. l .-El Acequi6n: en rayado la zona estudiada.
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POBLADO DE .EL ACEQUIÓN•
3
no están suficientemente claras todas las características que deben definirla (1). Sin
embargo sí parece obvio que deben desecharse ya las antiguas interpretaciones que la
vinculaban estrechamente al área argárica, dentro de una explicación simplista de
clara tendencia homogeneizadora para buena parte de la península ibérica durante la
Edad del Bronce, conforme denunciara hace algunos años Tarradell (2).
El poblado de El Acequión está situado a 14 Kms. al oeste de Albacete, siguiendo la
carretera que desde esa población conduce a las de Munera y Ciudad Real. Aprovecha
para su asentamiento una pequeña elevación natural, realzada luego notablemente por
el depósito arqueológico, que emerge de una laguna hoy totalmente desecada pero que
hace unas décadas todavía contenía agua intermitentemente y que muy probablemente
la tuvo de forma continua hace 3.500 años. Su peculiar situación, a modo de pequeño islote, tal vez unido a tierra firme por un estrecho istmo, hizo que Martínez Santa-Olalla
considerara el poblado como un crannog o estructura palafitica (3), además de fecharlo
dentro de su bronce I mediterráneo y compararlo con Almizaraque y Ereta del Pedregal. A juzgar por los resultados obtenidos en nuestras excavaciones a lo largo de cinco
campañas, El Acequión tuvo siempre forma circular, con una superficie total en torno a
los 8.000 metros cuadrados y una potencia máxima hacia el centro de seis metros lo que
le confiere una característica forma cónica similar a la de las motillas localizadas en
Ciudad Real. Estas elevaciones, naturales o arqueológicas, que destacan sobre su t erreno inmediato reciben en esta zona de La Mancha el nombre de morras. La de El Acequión se estructura a partir de dos murallas paracirculares y pseudoconcéntricas, una
situada hacia la zona alta del poblado y otra que corre a unos metros del borde inferior
del islote, cerca de la línea de inundación de la laguna. El área superior de habitación
tiene una superficie de unos 500 metros cuadrados. En la corona formada por los dos
muros principales hay un espacio de anchura variable que en determinados momentos
fue utilizado igualmente como área de habitación cuando las dimensiones lo permitían
y las necesidades de sus habitantes lo exigían. En otros casos fue basurero e incluso se
usó como lugar de enterramiento (fig. 1).
La zona elegida para este estudio se sitúa en el cuadrante noroeste del poblado.
Allí, entre los dos gruesos muros principales, existió, en la fase final del sitio, un espacio abierto de aproximadamente cinco metros de anchura y marcada horizontalidad
que, sin duda, reunía buenas condiciones para ser aprovechado como área de habitación. En él se edificaron, al abrigo de las murallas A y B, dos pequeñas construcciones
que ocupan un arco de unos 15 m. Son instalaciones levantadas con materiales frágiles
-manteados de barro sobre una estructura vegetal-, en contraste con los altos zócalos
de piedra que caracterizan a las cabañas en fases anteriores del poblado. En este espaM. FERNÁNDEZ.M1RANDA, M. O. FERNÁNDEZ.POSEE y C. MARTÍN MORALES: .Caracterización de la edad del bronoo en La
Mancha. Algunaa propoeiciooca para su estudio-. En •Home"''ie al Prof. Eduardo Ripoll Perelló•, Madrid, UNED, 1988, pága. 293·
310 y •La edad del bronce en el sureste de La Mancha: el poblado de El Acequión (Albacete)•. En .Some"''ie al Prof. Miguel Tarra·
del! Mateuo, Baroelona, en prensa.
(2) M. TARRADEU..: ·Sobre la delímltación geográfica de la cultura de El Argar-. ll Congreao Arqueológico del Sudeste Eapañol, Alba·
cele, 1946, pqs. 139·145 y •La PciÚIISula Ibérica en la época de El Arga..... 1 CongreliO Nacional de Arqueologfa, Almeria, 1949,
pága. 72-85.
(3) J . MARTINEz SANTA-OLALLA:
(1)
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POBLADO DE •EL ACEQtnÓN•
6
cio, sin embargo, la piedra es utilizada únicamente en unos someros muretes, levantados como tabiques que separan ambientes, dispuestos de forma radial a los grandes
muros circulares que, debido lógicamente a su fuerte personalidad, condicionan la ordenación de los espacios interiores cualquiera que sean sus características y funcionalidad.
Con anterioridad a la construcción de tales instalaciones se llevaron a cabo algunos
acondicionamientos y pequeñas obras encaminados a la mejor disposición del espacio a
ocupar. Ese es el sentido de una gruesa capa de tierra de color ocre-castaño, que constituye un verdadero nivel de asiento artificial, vertida en esa zona para conseguir la horizontalidad precisa. La capa de nivelación es, a su vez, el nivel de obra desde el que se
construyen el paramento más externo de la muralla A y el pequeño muro-bancal que, al
sur del espacio, actúa como separación y contención de los niveles de un gran basurero
que venía funcionando desde la fase anterior en esa zona intermuros más estrecha. Simultáneamente se refuerza el paramento interno del muro B, prolongándose en un mur ete que cierra la unidad de ocupación por ese lado norte y que se interrumpe en lo que
fue el acceso al espacio. 'lbda esa nueva cara de la citada muralla más externa fue revocada con barro muy endurecido que contiene pequeños desgrasantes de caliza.
Aproximadamente hacia la mitad del espacio, es decir, dividiéndolo en dos partes
más o menos iguales, se dispus o un tercer muro radial adosado al muro B que se interrumpe más o menos a un metro del paramento externo del A. Se trata de un murete
irregular levantado con piedra menuda bien trabada con barro grisáceo que no debió ser
muy alto a juzgar por lo exiguo de su nivel de derrumbe. Entre los tres muros radiales
descritos y sobre la superficie artificialmente nivelada se asentaron directamente las dos
pequeñas construcciones; en el compartimento situado más al sur aparece una cabaña
levantada con postes o pies derechos, de unos 20 cm. de diámetro, hincados de forma
bastante profunda en el relleno anterior. Se alinean dibujando una planta paracircular
en intervalos irregulares y a contracurva del muro B. Sobre ellos y el paramento interior
de dicha muralla se apoyaría la cubierta.
La superficie delimitada al interior de esta cabaña es de unos 10 m2. y está compartimentada en dos pequeños espacios desiguales entre sí y bien diferenciados en el pavimento. Mientras el espacio mayor tiene un suelo de arcilla de color castaño simplemente apisonada, el situado más al norte, que es de forma circular, está solado con una
gruesa capa de barro cocido, de extremada dureza y muy bien alisada en su superficie.
Adopta la forma de una suave cubeta. Sobre él se debieron realizar sucesivos fuegos,
aunque en el momento de la destrucción de la cabaña no contenía combustible. Encima
de esta suerte de gran hogar se disponían una serie de vasijas. El alzado de la sencilla
cabaña y su cubierta es vegetal, como atestigua su nivel de derrumbe, construido a
base de ramas entrelazadas y vigas de cierto fuste, que van manteadas con un barro de
color gris similar al que se utiliza en la trabazón de las piedras de las murallas principales.
Al interior de la cabaña se encontró el ajuar perfectamente dispuesto. En su ángulo
noroeste, y en origen presumiblemente colocadas en alto, aparecieron tres hachas planas de cobre y cuatro pesas de telar de gran tamaño hechas en barro mal cocido y con
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M. FERNÁNDEZ-MIRANDA, M.1 D. FERNÁNDEZ-POSSE Y C. MARTÍN
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Cantos ovales sin huellas de uso.
Cantos ovales con huellas de uso.
Fig. S.-Tabla de localización de hall.azgoe por espacios
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XXX
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POBLADO DE •EL ACEQUIÓN·
7
cuatro orificios para pender. El resto del ajuar lo constituían 15 vasijas de cerámica colocadas en grupos en varios puntos sobre el suelo de la cabaña, muchas de ellas calzadas con cantos de cuarcita y en algún caso asociadas a restos de lo que debieron ser esterillas de esparto. Destaca del conjunto una gran orza de cuello bien marcado y muy
buena cocción junto a la que apareció una cuchara moldeada en barro que por su tamaño y características bien pudo actuar de cacillo o cucharón para extraer el contenido
de la orza, probablemente agua. Asimismo, es de destacar la presencia de una olla de
perfil suave que contenía en su interior unas 40 lascas de sílex gris de regular calidad,
algunas de las cuales son «dientes de hoz» o piezas preparadas para serlo, aunque ninguna de ellas tiene huellas de uso.
Otros elementos del ajuar de la cabaña aparecían en sus espacios inmediatos, caracterizados como exteriores al aire libre. Así el sector de tierra de color ocre-amarillento
que corre al pie del paramento externo del muro A, formando un pasillo de 1'50 m. de
ancho, que servía evidentemente de circulación; o el situado entre la propia cabaña y el
murete radial central pavimentado con tierra de color castaño. En ese estrecho espacio
aparecen agrupadas 14 vasijas de muy diferentes formas, calidades y tamaños. Se apoyan en el citado murete y generalmente aparecen unas en el interior de las otras, con
todo el evidente aspecto de estar allí simplemente almacenadas.
También en el exterior de la cabaña y cerca de su umbral se encontraba un molino
de piedra arenisca de gran tamaño (algo más de 80 cms. de largo y 30 de ancho) y muy
buena factura, asociado a una moledora redondeada realizada, asimismo, en arenisca.
Es interesante señalar como en estos espacios exteriores a la cabaña del compartimento sur se recogen materiales cerámicos fragmentados y dispersos, así como una relativa cantidad de restos de fauna de reducido tamaño. En la figura 3 enunciamos con
detalle la cantidad de estos dos tipos de materiales desechados por espacios, como contraste a su total ausencia en el interior de las construcciones o su bajo porcentaje con
respecto a las zonas de basurero. Cantidades que nos ilustran sobre los hábitos de limpieza de los ocupantes del espacio que analizamos.
El compartimento norte, es decir, el que se extiende entre el muro radial central y el
curvado que cierra la unidad de ocupación por ese lado, presenta un espacio cerrado y
cubierto mucho menor y de mucha menos entidad que la cabaña descrita, por más que
el tipo de construcción sea bastante similar: cinco postes hincados en el suelo a intervalos aproximadamente iguales y equidistantes del trazado curvo del muro B. La pequeña
sección de los postes (unos 15 cm.) unida al corto espacio a cubrir y a lo somero de su
nivel de derrumbe, hace suponer que estamos ante una especie de cobertizo. Este espacio techado, cuya superficie interior no llega a 5m2., tenía un suelo de tierra muy ba. tida de color ocre y estaba situado ligeramente más alto que el resto del compartimento
norte. En su centro y adosada al paramento de la muralla B, que constituía el fondo de
la instalación, excavamos una cubeta semicircular construida con piedra menuda tra, bada con arcilla muy plástica de color ocre-amarillento. Este contenedor, que apareció
vacío, una vasija de mediano tamaño y bien calzada, un molino de tamaño medio en
arenisca y una buena acumulación de trozos de sílex de color vinoso y baja
calidad,constituían todo su mobiliario. En sus proximidades, pero ya fuera del compartimento, aparecieron varios diente de hoz, en esta ocasión con una fuerte pátina de uso.
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8
M. FERNÁNDEZ-MIRANDA, M.' D. FERNÁNDEZ-POSSE Y C. MARTíN
Todos los espacios exteriores a este pequeño cobertizo proporcionan abundantes hallazgos, sobre todo en la zona delantera, es decir, entre la construcción y el correspondiente pasillo de circulación al pie del muro A. En primer lugar destaca una zona donde
se hacía fuego. Se trata de una cubeta excavada en el nivel de base, rellena de carbón
vegetal y rodeada desigualmente por piedra mediana y cal. No llega a tener 0'50 cm. de
diámetro en su forma descuidadamente circular. Los elementos que se asocian a este
lugar de hacer fuego son bastante característicos: un considerable número de pequeñísimas vasijas con aspecto de haber sido expuestas largamente a fuertes temperaturas;
dos molinos barquiformes cuyas manos son pequeños machacadores de cuarcita; algunas vasijas reutilizadas y otras más hasta un total de 18 dispuestas ordenadamente sobre todo el espacio inmediato. Entre ellas dos ollas de tamaño medio cuyo contenido
ilustra sobre las actividades ·q ue se realizaban en tomo a esta instalación: una contiene
hasta su borde lo que parece haber sido una solución colorante de hematites y otra restos de tejido (4).
Separadas de ese lugar de trabajo por un exiguo poyete, encontramos otra fuerte
agrupación de vasijas entre las que destacan dos grandes orzas presumiblemente utilizadas para almacenar agua. Esta abundancia de ajuar en la zona central contrasta con
el resto del compartiiÍlento norte, donde sus áreas laterales parecen haber sido exclusivamente utilizadas como pequeños basureros ocasionales en los que se vertían las vasijas inutilizadas y rotas. Verdaderos basureros de uso continuo y relacionados directamente con esta unidad de ocupación, son los dos espacios marcados como tales en la
figura 2: el depositado a extramuros, al pie del muro B, y los niveles que se acumulan
contra el muro-bancal radial que cierra la unidad por el sur. Ambos ofrecen muchos restos de fauna y fragmentos de cerámica desechados.
Algunos aspectos del espacio descrito, cuyo plano detallado aparece en la figura 2,
interesan para la comprensión de sus patrones de uso y su funcionalidad. En primer lugar destaca su clara división en dos compartimentos. Se realiza, como hemos visto, mediante el pequeño tabique central radial, de tan escasa entidad como los que cierran el
espacio por el norte y el sur. Los tres actúan más como señalizadores del espacio, es decir, con función de separación o límite, que como verdaderas estructuras constructivas.
Estos dos compartimentos forman, sin embargo, una misma unidad de ocupación dentro del asentamiento, como lo prueba la presencia del pasillo pavimentado con una compacta y homogénea tierra de color ocre, que funciona como zona de circulación o paso
común al pie del muro A. Se confirma, asimismo, por la existencia del basurero también común al exterior del muro B, que ocupa una zona exactamente en medio de ambos compartimentos.
Los dos ambientes tienen claras diferencias entre sí. En primer lugar, los espacios
cubiertos o cerrados -la cabaña circular en el compartimento sur y el pequeño cober(4) El análisis para la identificación de la materia colorante ha sido realizado por doiia Vtrginia Galván, del Inatituto de Edafología,
CSIC. Los restos de materia orgánica contenidos en otras vasijas están en curso de análisis por parte de doña Emestina Badal, Uní·
versidad de Valencia y de don Diego Rivera, Universidad de Murcia.
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POBLADO DE •EL ACEQUIÓN•
9
tizo al norte- presentan muy diferentes superficies útiles e incluso entidad diversa,
tan to en lo que respecta a las construcciones como en los elementos que albergan. Esas
diferencias estructurales reflejarían, en principio, ámbitos funcionales distintos; es decir, el espacio total de la unidad de ocupación habría sido voluntariamente compartimentado a fin de disponer de dos áreas de actividad diferenciadas. En una primera valoración general, parece evidente que el compartimento sur constituye un claro
ambiente doméstico, mientras que el norte se destinó a la realización de actividades
productivas más o menos especializadas. Tal atribución concuerda bien con el hecho de
que ambos espacios manifiesten un mantenimiento diversificado, presentando el sur un
hábito de limpieza muy superior como podemos ver en la figura 3. Sin embargo, un
análisis más pormenorizado de esa misma figura sugiere que las cosas no deben ser tan
sencillas, o al menos no t an evidentes.
Aunque en el compartimento norte contamos con la presencia de un indudable lugar
de trabajo, donde se manipulan productos textiles y elementos colorantes, como indica
el característico agrupamiento de elementos (el fuego, los pequeños vasos dispuestos en
torno a él, los molinos y machacadores, las vasijas con contenidos específicos, etc.), es
sin embargo en el ámbito doméstico del compartimento sur donde aparece uno de los
elementos propios de la producción textil: las pesas de telar. Y lo mismo podríamos decir del trabajo de la talla de sílex. Mientras que en el interior de una de las vasijas que
forman el ajuar doméstico depositado en el suelo de la cabaña encontramos el proceso
de fabricación de dientes de hoz, la materia prima para realizar esas piezas dentadas e
incluso algunas de ellas terminadas y en curso de utilización se encuentran en el cobertizo del compartimento norte. Algo más matizado pero muy similar sería el caso del molino, en este caso orientado claramente a la producción alimentaria del compartimento
doméstico.
Esas contradicciones parecen ser en parte subsanables si consideramos al almacenaje una funcionalidad distinta a las dos establecidas que, además, sería compartida
espacialmente por los dos ambientes. Y en ese sentido parece ordenarse el elemento de
mayor presencia (más del 50% de la totalidad de los materiales) en la unidad de ocupación: la cerámica, tanto cuando la consideramos producto como cuando la analizamos
como ajuar. En el cuadro de la figura 3 se observa que, tomadas en su totalidad, el
compartimento norte ofrece un número ligeramente superior de vasijas en relación al
sur. Sin embargo esa circunstancia es justamente inversa en el interior de las respectivas construcciones: sólo una vasija apareció en el cobertizo frente a las 15 que constituyen el ajuar de la cabaña . El lugar de trabajo, en torno al fuego y al sur del poyete de
piedra, presenta por contra un número de vasijas muy parecido al del interior de la cabaña; y lo mismo sucede con los dos lugares que podemos considerar para almacenaje
de vasijas, el más claro situado entre la cabaña y el muro central radial ~on otras 14
vasijas- y el otro que ocupa toda la zona delantera del cobertizo, con 15.
Estos índices de presencia, y sobre todo su característica distribución en cada uno
de los compartimentos resulta, sin embargo, más expresiva al tener en consideración
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4
M. FERNÁNDEZ-MIRANDA, M.1 D. FERNÁNDEZ-POSSE Y C. MARTÍN
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Fig.
4.~Formas
cerámicas m ás frecuentes d e El Acequi6n.
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POBLADO DE · EL ACEQUIÓN•
11
otros aspectos que derivan de las formas, tamaño, calidades (5) y contenidos de esas vasijas, entre otros factores que determinan su propia funcionalidad. En efecto, frente al
gráfico citado y a la tabla de formas de la figura 4, se observa que en el lugar de trabajo
o actividad especializada existe esa notable concentración de pequeñas vasijas así como
la presencia exclusiva de algunos vasos reutilizados. Mucho más sutil es, quizá, la relación inversa y excluyente que parece existir entre la presencia/ausencia de las formas D
y E (cazuelas y ollas carenadas respectivamente) en el ajuar doméstico de la cabaña en
relación al lugar de trabajo, y que en cierta manera parece incluir también a los lugares
de almacenaje de vasijas. En ese sentido si tomásemos como prototipo de ajuar doméstico las formas que aparecen en el interior de la cabaña y, sobre todo, aquellas que lo hacen sobre la placa del hogar, podríamos concluir que esas formas de cazuela abierta con
carena o sin ella (formas B y D) son propias de la producción y consumo de alimentos.
Aunque tales observaciones prestan cierto apoyo al resultado del análisis espacial
que hemos realizado con otros elementos, es decir, a las atribuciones funcionales de los
diversos «loci>> establecidos, no son demasiado significativas. Como tampoco parece
serlo la distribución de las grandes vasijas (forma H) o de las ollas (formas F y G), presentes en todos los tipos de espacio. Formas que por su tamaño y características de fabricación se tienden a considerar de almacenaje. Con ello entramos en un aspecto que
en un espacio como el que estamos considerando -que fija un patrón espacial de ocupación completo en un momento dado-, debería, en buena lógica, haber dado mejores
resultados. Nos referimos al contenido de las vasijas. En el espacio estrictamente doméstico, por ejemplo, no se recuperó más cereal que el propio y escaso obtenido por flotación de las tierras del nivel, y son también nulos los restos de fauna; la presencia de
ambos parecería normal en un ámbito dedicado a la producción y consumo de alimentos, como es la cabaña del compartimento sur. Por el contrario, en los espacios que hemos denominado de almacenaje es lógico que las vasijas estén vacías e incluso apiladas,
ya que en tales espacios son consideradas como productos, siendo ellas mismas el objeto
del almacenaje.
Los basureros constituyen ámbitos perfectamente definidos en el sector del yacimiento estudiado en esta ocasión. Como ya enunciamos más arriba, los dos localizados
pueden interpretarse como de uso exclusivo de esta unidad de ocupación, pero presentan unas interesantes diferencias en su composición. Mientras el situado a extramuros
se manifiesta como una gran bolsada de tierras homogéneas ricas en materia orgánica
carbonizada, el que se formó contra el pequeño muro-bancal al sur de la unidad ofrece
una serie de delgados niveles de ceniza gris y blanquecina que quizá deban interpretarse como producto de sucesivas limpiezas de hogares. La otra no menos interesante
diferencia es que para una cantidad similar de restos de fauna (6), el basurero a extra(6) Evitando cri~rios morfológicos apurados y complejos para una cultura tan poc:o definida en su producción cerámica como ea la Edad
del Bronce en la Meseta Sur, definimos a cada vasija por esas tres variables. Esta primera aproximación al ma~al cerámico ae define por tzea guarismos: las letraa mli)'Ú5CU)as indican la forma a que perteneeen (los tipos, conforme puede verse en la tabla de la
fig. • . ae basan en la correlación de parimetros obvios, como son las alturas y diámetros de cada vasijll); la cifra arábiga ae refiere a
su tama.fto, o lo que ea lo mamo a au volumen o capacidad, estableciéndose cinco ca~goríaa por intervalos; las cifraa romanas expresan la calidad de esas vasijas, estableciéndose tres caqorias resultado de combinar carac:terlaticaa talet como cl grado de depura·
ción de la arcilla empleada, la bondad de au cocción, cl t:ratamiento empleado en aua superficies, la regularidad de au modelo y la relación groaor-paredftamallo.
•
(6) Loe restos fauníaticoa del yacimicnw catAn siendo estudiados por don Arturo Morales, Univeraidad Autónoma de Madrid.
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M. FERNÁNDEZ-MIRANDA, M. 1 D. FERNÁNDEZ-POSSE Y C. MARTíN
muros presenta un número mínimo de fragmentos de cerámica. Y no sólo en comparación con el otro basurero de su misma unidad arqueológica, sino también respecto a espacios de igual funcionalidad y del mismo momento de ocupación en otros sectores del
poblado, con un índice de frecuencia de fragmentos cerámicos por ms. tres veces menor.
Evidentemente, y a la vista de estos datos, podría llegar a hablarse de basureros especializados. Sobre todo cuando, como podemos ver en el cuadro de la figura 3, ese número de fragmentos cerámicos recuperados en el basurero extramuros es considerablemente inferior al del nivel general de frecuentación que se formó simultáneamente a él
en el exterior de la muralla B, e incluso, al del leve vertedero ocasional acumulado
junto al pequeño muro radial central en el compartimento norte.
Hemos visto cómo la unidad de ocupación estudiada se dividía en dos ámbitos que
resultaban espacialmente diferenciados, como transposición de la voluntad de sus ocupantes de ordenar el espacio y las diversas actividades que se realizaban en él. Y, en
este sentido, se podría concluir afirmando que en El Acequión existe una especialización espacial para los lugares domésticos, de trabajo, de almacenaje y de vertido de desechos. Sin embargo, esa especialización del espacl.o ha de ser matizada, puesto que
también hemos visto cómo ciertas actividades no tienen un marco espacial exclusivo.
Un claro ejemplo, y quizás el más significativo, es que es un índice de presencia de elementos caracterizadores lo que hace bascular a cada compartimento hacia un uso doméstico o hacia área de trabajo y almacenaje respectivamente. Por más que dentro de
ellos ciertos espacios concretos manifiesten una funcionalidad clara y exclusiva. En defmitiva podría establecerse que las funcionalidades espaciales del yacimiento se solapan frecuentemente y que lo hacen dentro de un claro carácter complementario.
Por otro lado se podría proponer que el motivo de esa especialización matizada -o
simplemente compartida- de los espacios definidos en la unidad de ocupación (casilla
superior de la figura 3), reside en el carácter doméstico de toda la producción, cualquiera que sea, que se lleva a cabo en aquella. Aunque haya espacios, como los basureros, donde la funcionalidad no sólo es absoluta sino que se vislumbran entre ellos especializaciones propias. Evidentemente, que la organización del espacio de la unidad de
ocupación responda a un modo de producción doméstica, no impide que exista alguna
actividad especializada que exceda a las necesidades de sus ocupantes. En este sentido
es conveniente preguntarse si la manipulación de tejidos y colorantes que se realizaba
en el lugar de trabajo del compartimento norte pudo tener un carácter supradoméstico.
Que la respuesta sea dudosa es debido a que dicha actividad, que en ese caso sería
eventual, pudo haber quedado fijada en el registro arqueológico por la rápida destrucción o súbito final de la unidad. Fuera de esta circunstancia nos inclinaríamos por pensar que se trata de una producción encaminada a abastecer a otras unidades de ocupación, es decir, supradoméstica. Y lo hacemos, pese a su carácter cuestionable, a la luz de
otros lugares de trabajo que han sido ya excavados pertenecientes a la misma fase del
yacimiento. Por ejemplo un pequeño taller, dentro de la correspondiente unidad de ocupación doméstica, donde se fabricaban en marfil botones de perforación en V, piezas que
son particularmente abundantes en el poblado, y que muy probablemente debió abastecer a todos sus habitantes.
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